"Casi siempre se hallan en nuestras manos los  recursos que pedimos al cielo." 
William Shakespeare

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  ARTÍCULOS: ARCHIVO

 


Pensamiento radical

Figuras de la transpolítica:
Lo obsceno

por Cecilia Suárez

Lo obsceno es la pérdida del secreto, de la distancia y del dominio de la ilusión.

 

Se ha olvidado completamente esta forma de soberanía que consiste en el ejercicio de los simulacros en tanto tales. La única soberanía está en el dominio de las apariencias, la única complicidad está en la división colectiva de la ilusión y del secreto.

 

El modo de aparición de la ilusión es el de la escena, el modo de aparición de lo real es el de lo obsceno.

 

Lo que ya no produce ilusión es muerte, que inspira terror. Es lo que hace el cadáver pero también el ser clónico, y más generalmente todo lo que se confunde tanto consigo mismo que ya no es capaz de jugar con su propia apariencia. Este límite de la desilusión es la muerte. Hay que recomponer la ilusión, recuperar la ilusión, esta fuerza a la vez inmoral y maléfica de arrebatar lo mismo a lo mismo que se llama seducción.

 

La ilusión no es falsa, pues no utiliza signos falsos, sino signos insensatos. 
La imagen es más sutil que lo real puesto que sólo tiene dos dimensiones, y es, en consecuencia más seductora. 
El trompe-l'oeil: añadiendo a la pintura la ilusión de lo real, es en cierto modo más falso que lo falso, es un simulacro de segundo grado.

 

También la seducción es más falsa que lo falso. 
En el movimiento de la seducción es como si lo falso resplandeciera con toda la fuerza de lo verdadero. Como si la ilusión resplandeciera con toda la fuerza de la verdad. ¿Qué podemos hacer en contra de eso?

 

El secreto del juego también es total: consiste en que el dinero no existe. 
Es como el secreto del poder: es lo que no existe; o el de la seducción: el deseo no existe. 
El secreto del juego consiste en que el dinero no tiene sentido. Sólo existe como apariencia. La sustancia del valor aparece en él volatilizada por el juego de las apariencias, por la arbitrariedad de la regla. Por el contrario, en la economía política y del intercambio el dinero soporta toda la operación simbólica del valor. En el juego, el reparto de dinero es puro simulacro, aliviado de cualquier obscenidad para circular únicamente de acuerdo con la regla arbitraria.

 

En el consumo o el gasto, hay que creer apasionadamente en el dinero y en el valor para consumirlos. Se trata de una pasión cálida.

 

En el juego no hay que creer en nada, hay que poseer un secreto de la inexistencia del dinero, salvo como fuerza de apariencia y de metamorfosis, como fuerza de simulación. Se trata de una pasión cool.

 

Si lo falso puede transparentar toda la fuerza de lo verdadero -ésta es la forma sublime de la ilusión y de la seducción-, también lo verdadero puede transparentar toda la fuerza de lo falso -y es la forma de la obscenidad.  

 

Ilusión. (Del lat. illusîo -õnis) Concepto, imagen o representación sin verdadesra realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos. // 2. Esperanza acariciada sin fundamento racional. // 3. Ret.  Ironía ácida y picante.

Seducir. (Del lat. seducêre) Engañar con arte y maña; persuadir suavemente al mal. // 2. Embargar o cautivar el ánimo.

Obsceno. (Del lat. obscënus) Impúdico, torpe, ofensivo al pudor.
Obscënus, a, um. De mal aguero, infausto, siniestro, funesto, fatal.// Indecente, deshonesto, impuro, obsceno, torpe. // Sucio, inmundo.

 

Lo obsceno es lo más verdadero que lo verdadero, la plenitud del sexo, la forma pura y vacía, el acoplamiento de lo verdadero con lo verdadero. Es el sexo tomado en su propia exhibición, fijado en su excrescencia orgánica, orgásmica, como el cuerpo en la obesidad, como las células en la metástasis cancerosa. No una forma envilecida, caricaturesca y simplificada de la sexualidad, sino la exacerbación lógica de la función sexo, lo más sexo que el sexo; no es la copulación de los cuerpos lo que es obsceno, es la redundancia mental del sexo, es la escalada de verdad que conduce al vértigo de la pornografía.

 

El mismo proceso lleva al vértigo encantado de la seducción. La plenitud en la que sólo se transparenta el vacío, eso es lo obsceno. La extenuación del sentido, la cualidad de efímero del signo en el que transparenta el extremo del placer, eso es la seducción.

 

Más visible que lo visible, eso es lo obsceno.

 

Más invisible que lo invisible, eso es el secreto.

 

Lo obsceno es el fin de toda la escena. 
Esta hipervisibilidad de las cosas también es la inminencia de su fin, el signo del apocalipsis. 
Es, con el fin del secreto, nuestra condición fatal. Si se resuelven todos los enigmas, las estrellas se apagan. Si la ilusión es entregada a la transparencia, el cielo se hace indiferente a la tierra.

 

En términos de "relación" social: ya no es una socialidad mítica trascendente, es una socialidad patética de simulación, de contacto (como las lentes), de prótesis, de reaseguro. 
El grupo está obsesionado por la socialidad como el individuo está obsesionado por el sexo: ambos están obsesionados por su desaparición.

 

Todo lo que se impone por su presencia objetiva, es decir abyecta, todo lo que no posee el secreto ni la ligereza de la ausencia, todo lo que, como el cuerpo en putrefacción, está entregado a la única operación material de su descomposición, todo lo que, sin máscara, sin maquillaje y sin rostro, está entregado a la operación pura del sexo o de la muerte, todo esto puede ser denominado obsceno y pornográfico.

 

La obscenidad adopta todos los rostros de la modernidad.

 

El porno tiende al documento del sexo, lo retro tiende al documento del evento, del rasgo cultural, del personaje histórico. Se trata de una exacción: se expulsan las cosas a la realidad, se las significa a la fuerza.

 

Todo lo real ha pasado a la hiperrealidad porno, lo presente a lo retro, la musiquita del sentido a la estereofonía de las señales.

 

Solicitación, sensibilización, empalme, atracción, contacto, conexión: toda esta terminología es la de una obscenidad blanca
Es la obscenidad del cambio, de la liquidez feroz de los signos, de los valores, de la extroversión total de los comportamientos en lo operacional... Obscenidad blanca e impersonal de los sondeos y las estadísticas.

 

Todo el mundo debe entregar su secreto.

 

La mirada nunca es obscena. 
Es obsceno lo que ya no puede ser mirado, ni en consecuencia seducido por la mirada; lo que está entregado, desnudo, sin secreto, a la devoración inmediata.

 

Cuando todo está sobresignificado, el sentido se hace inaferrable. 
Cuando todos los valores están sobreexpuestos, aparece aniquilado el crédito de cada valor.

 

Lo porno dice en el fondo: existe una medida puesto que yo soy su exceso.

 

El equilibrio, la armonía del contrato social han desaparecido en el horizonte de la historia y estamos entregados a la obscenidad pura del cambio.

 

El apogeo de la obscenidad blanca  aparece en el hundimiento de la escena política. 
Superrepresentación

Al comienzo estaba el secreto y era la regla del juego de las apariencias, después la inhibición fue la regla del juego de la profundidad, lo obsceno es la regla del juego de un universo sin apariencias y sin profundidad. 
Universo de la transparencia. 
Obscenidad blanca.

 

Ni espectadores, ni actores: somos unos mirones sin ilusión.

 

Estamos anestesiados porque ya no existe estética de la escena política, ya no existe regla de juego. 
La información y los media son una pantalla sin profundidad, una banda perforada de mensajes y de señales a las que corresponde también una lectura perforada del receptor.

 

Hoy:

·                    no hay trascendencia sino la superficie inmanente de las operaciones, superficie lisa, operacional, de la comunicación

·                    era proteica de las redes, era narcisista y proteiforme de la conexión, del contacto, de la contigüidad, del feed-back, de la interfaz generalizada

·                    todo el universo y nuestro propio cuerpo se convierten en pantalla de control

·                    abstracción formal y operacional de todos los elementos y las funciones, homogeneizados en un único proceso virtual

·                    desplazamiento de las gestualidades, de los cuerpos, de los esfuerzos a unos mandos eléctricos o electrónicos

·                    miniaturización del tiempo, del cuerpo, de los placeres

·                    la instantaneidad de la comunicación ha miniaturizado nuestros intercambios en una sucesión de instantes

·                    ya no estamos en el drama de la alienación, estamos en el éxtasis de la comunicación

·                    pornografía de:            - la información, la comunicación, los circuitos y                                              las redes

- las funciones y de los objetos en su legibilidad, su fluidez, su disponibilidad, su regulación, su polivalencia, en su significación forzada, en su expresión libre

 

A la obscenidad negra / cálida (promiscuidad orgánica, visceral, carnal) le sucede la obscenidad blanca / fría (saturación superficial, solicitación incesante, exterminio de los espacios intersticiales).

 

"Yo ya no consigo saber lo que quiero, hasta tal punto es fuerte la presión de todo lo que quiere hacerse oír" (Baudrillard, Jean, Las estrategias fatales, 1984).

 

Existe una mutación original de las formas de percepción y de placer.

 

Según Callois: la escena nos apasiona, lo obseno nos fascina
Con la fascinación y el éxtasis, la pasión desaparece
El universo de lo cálido: inversión, deseo, pasión, seducción, expresión, competición. 
El universo de lo frío, de lo cool: éxtasis, obsenidad, fascinación, comunicación, riesgo, vértigo.

 

El terror del esquizofrénico: la proximidad excesiva de todo, la promiscuidad inmunda de todas las cosas, que lo tocan, lo invierten, lo penetran sin resistencia: ninguna aureola protectora, ni siquiera el cuerpo, lo rodea.

 

"El esquizo  está desprovisto de cualquier escena, abierto a pesar suyo a todo en la mayor confusión, es obsceno él mismo, es la presa obscena de la obscenidad del mundo, está sujeto a la proximidad absoluta, sin defensa, sin retroceso, lo caracteriza el fin de la interioridad y de la intimidad, la sobreexposición y la transparencia al mundo, que lo atraviesan sin que él pueda obstaculizarlo, porque ya no puede  producir los límites de su propio ser, y ya no puede reflejarse: ya no es más que una pantalla absorbente, una plataforma giratoria e insensible de todas las redes de influencia.

Potencialmente lo somos todos" (Baudrillard, Jean, Las estrategias fatales, 1984).

 

 

 


 

 

 

 

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