En
la Republica Argentina, el pasado 25 de Mayo, día de la Patria, 193˚
aniversario de la Revolución de Mayo, se vivió una jornada de esperanza.
La asunción del nuevo presidente, Néstor Kirchner, se manifestó como el
inicio de un nuevo tiempo y, a la vez, como el sueño de la salida de un
período oscuro, brutal y desencantado. Es sin duda un nuevo comienzo,
pero un comienzo que, como es lógico, no borrará mágicamente los males
que se ensañan sobre nuestro país. Tampoco borrará las ineptitudes y los mezquinos intereses de los malos administradores públicos,
ni las traiciones e ignorancias de los representantes espúreos del
pueblo, ni las malas artes de los administran justicia innoblemente.
Como
después de una fiesta, cada cosa volverá a su lugar, y comenzará la
verdadera lucha por superar la carencias argentinas y reivindicar sus
fortalezas y potencialidades.
Ante
una tarea que no será sencilla, conviene recordar las advertencias de los
pensadores actuales, cuyas palabras, sin grandilocuencias y sin soluciones
mendazmente sencillas, y con el lenguaje cruel y algo cínico que pinta
nuestra época, pueden aportarnos, para los que sepamos verlas, algunas
luces en el camino. No lucecitas de colores... sólo pequeñas llamas que
nos iluminen en la busqueda de la orientación que queremos asumir sincera
y noblemente.
Hoy
proponemos esta reflexión:
"¿Pueden
concebirse movimientos sociales desilusionados? ¿Y, sin embargo,
poderosos e irreprimibles? ¿Cómo sería una estrategia política
fundamentalmente pesimista, sin ilusiones, cínica pero enérgica, que
transformara en desafío abierto el estado fatal de los asuntos públicos,
en lugar de agotarse en enmascararlo, por otra parte sin éxito, pero sin
dejar de contribuir a volvernos políticamente idiotas?
Estamos
destinados a una derrota blanda y fastidiosa, simplemente por la
incapacidad de considerar las cosas sin compasión, sin esa parcialidad
sentimental de dónde sólo puede salir una política sentimental. Sería
mejor romper la miseria psicológica que hoy forma parte de la cultura de
la crisis, y en la que todo el mundo se vuelve cómplice de la condena del
pesimismo como inmoral. Ahora bien, esta inmoralidad es nuestra última
oportunidad. Pero, en el fondo, ¿por qué debería resolverse esta
situación?
¿Sería
mejor tal vez que la esfera política se acabara de pudrir? Ya no estamos
en una sociedad primitiva, en la que se aceleraba con conocimiento de
causa la podredumbre del cuerpo con el fin de que accediera rápidamente a
la dignidad de la muerte. Nosotros, al contrario, saboreamos la
podredumbre, la irritación, la desgracia y el duelo de nuestras energías.
La
abyección de nuestra situación política es ahora el único desafío
real. Sólo la consideración desesperada de esta situación puede
ayudarnos a salir de ella. Hay que utilizar la energía de la catástrofe
como la de las mareas,la del sol o la de los terremotos. Cuando se agotan
los yacimientos, las energías estables, hay que recurrir a las energías
de ruptura, a lo sísmico, a lo fractal. ¿Algún día tal vez, sacaremos
energía de la noche misma? Lo mismo sucede con las energías mentales:
cuando se agotan las energías positivas, hay que esperar que un
acontecimiento salga de su giro diabólico, de su desequilibrio máximo,
de su precipitación. Estrategia fatal pero actual."
Cf.:
Jean Baudrillard, Cool memories,
1989.
|