La
guerra que actualmente nos desvela está teniendo lugar. Los
avances tecnológicos no nos permiten mantenernos del todo ajenos, ni
afirmar como en su hora lo hizo Jean Baudrillard: La Guerra del Golfo
no tendrá lugar (4 de enero de 1991), ¿Está teniendo lugar la
Guerra de Golfo? (6 de febrero de 1991), La guerra del Golfo no ha
tenido lugar (29 de marzo de 1991).
En esta
ocasión la versión oficial de la CNN, puede contrastarse con lo que
muestra la TV5 de Francia o la DW de Alemania. También el célebre
Washington Post, que desenmascarándolo, ocasionó la caída de Nixon, por
citar solo uno de los grandes periódicos americanos, separa el tenor de
sus crónicas del limitado discurso oficial.
Nuestro
país, que ajeno y lejano, comienza a tomar conciencia del cuidado y la
responsabilidad que requiere tomar decisiones de Estado en el ámbito de
la política internacional, mientras se despereza y empieza a entender las
posibles causas de los atentados que vulneraron la Argentina en el
territorio de la Embajada de Israel y en el territorio nacional de la
AMIA; también escucha versiones que provienen de distintas perspectivas.
Algunos
formadores de opinión locales, ocasionalmente reparan en la variedad de
palabras que se utilizan para describir los hechos de esta guerra de 2003.
Empiezan a descubrir los discursos que nos atraviesan...
Las
palabras son metáforas y,
como tales, expresan la realidad de manera misteriosa, nos apunta Tomás
Eloy Martínez desde su último libro .
Los
discursos pragmáticos y conductistas de ciertas disciplinas que se
proponen como innovadoras y se empeñan en unificar la noción de signo y
de símbolo, se enfrentan a la dificultad de que la polisemia del
lenguaje hace que sus teorías se disuelvan como arena entre los dedos.
El propio
Tudor Vianu, en su legendario texto Los problemas de la metáfora,
indica: “la metáfora (...) implica una comparación, pero entre una
impresión precisa y otra incierta y, por consiguiente, imposible de ser
formulada por un término unívoco y categórico (...) la perspectiva
de la metafora no es cerrada, sino ilimitada e infinita”.
La
guerra, el discurso único, la polisemia del lenguaje y sus efectos, nos
invitan a pensar en las palabras. Las palabras que se eligen desde cada
perspectiva para dar cuenta del mismo fenómeno.
Las
tropas aliadas se hacen cargo de haber cometido daños colaterales.
Daños
colaterales.
Daño:
acción y efecto de dañar. Dañar. (Del Latín damnãre, condenar)
verbo transitivo. Causar detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor
o molestia //2. Maltratar o echar a perder una cosa. //3. Condenar
a uno, dar sentencia contra él.
Colaterales.
(Del Latín collateralis) adjetivo. Dícese de las cosas que están
a uno y otro lado de la otra principal. Aplícase a las naves y
altares de los templos que están en esa situación. // 2. Dícese del
pariente que no lo es por línea recta. Línea colateral: línea transversal.
Transverso: que se halla o extiende atravesado de un lado a otro
//2. que se aparta o desvía de la dirección principal
o recta; //3. Dícese de pariente que no lo es por línea
recta.
Entonces,
en una lectura superficial podríamos interpretar que las tropas aliadas
incurren en un daño colateral cuando pasan por encima de las cosas que se
les atraviesan para llegar a sus metas, o tal vez cuando se desvían de la
dirección principal y recta de sus metas. Cuando sus misiles inteligentes
(sabios //2. dotados de facultad intelectiva) caen sobre una maternidad y
la destrozan junto con las vidas que albergaba.
Algunos
argentinos memoriosos, después de mucho escuchar palabras como
“desaparecidos”, “traslado”, “lo chuparon”, “excesos”,
“excluidos”, “situados por debajo del nivel de pobreza”... se
fatigan ante los eufemismos.
Eufemismo.
(Del latín euphemismus y éste del griego
ευφημισμός) Modo de
decir para expresar con suavidad o decoro ideas cuya recta y franca
expresión sería dura y malsonante.
No
cabe duda: el eufemismo es más agradable, pero en sus pliegues se produce
un desplazamiento de sentido. Y en ese desplazamiento se desliza el engaño.
Se pierde la franqueza. Se manipula. Se anestesia.
Para
no instalarnos en la indiferencia, tenemos que recordar que cuando hubo un
combate cruento, la palabra cruento viene de cruor que significa
sangre; cuando hubo un bombardeo letal, la palabra letal viene de letalis,
de letum que significa muerte.
Para
no perder la sensibilidad, no andar atontados y no dejarnos manipular por
el poder de turno, tenemos que recuperar la palabra. Recuperar la palabra
y aquella vieja y buena costumbre de “llamar a las cosas por su
nombre”.
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Vianu,
Tudor, Los problemas de la metáfora, Eudeba, segunda edición,
Buenos Aires, 1971, pág. 115.
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