Las
conductas de los hombres, sus comportamientos, se pliegan, se
torsionan, se bloquean, se escapan y se anulan por la presión de
las cosas. ‘Cosa’ es aquello que no responde a nuestra
voluntad.
Al
hablar de las conductas de los hombres se tiende a pensar en
psicología. No se debe olvidar, sin embargo, que las conductas de
los hombres también son el objeto de estudio de la ética que se
ocupa de la discriminación de las conductas según la oportunidad
en que tienen lugar.
Foucault,
para quien la filosofía como arte de vivir se llamaba ética,
analizó la construcción histórica
de las subjetividades desde dos enfoques.
El
primero estudió la implementación de dispositivos de poder que
convierten al individuo en un
elemento de estructuras de sujeción. El poder regulador
que aplican las instituciones marca la dirección y los límites a
los que deben adecuarse los comportamientos. Para que el individuo
se convierta en sujeto, la ley, la norma o la regla deben ser
inscriptas en alma-cuerpo.
Foucault
analizó los mecanismos de poder de instituciones como el
hospital, el asilo, la prisión, donde los ‘diferentes’, los
Otros, definidos así por el mal que padecían o infligían, eran
excluidos, separados, enmarcados, examinados o domesticados. Sus
estudios mostraron la impostura del poder expuesta en sus tecnologías
y estrategias de dominación siempre enfundadas en discursos de
legitimación.
Desde
el otro enfoque, que llamó ética,
Foucault estudió las técnicas
de subjetivación que el individuo aplica sobre sí mismo a fin de
convertirse en un ser libre. La ética siempre presupone
algún tipo de libertad que no es abstracta, sino que está
definida históricamente.
Foucault
decía que las técnicas de sí del arte de vivir, conforme lo
entendían los antiguos, trabajaban una sustancia:
-para los griegos la sustancia ética eran los placeres
(afrodisia)
-para los cristianos era el deseo concupiscente como estigma de la
carne
-para los estoicos eran las representaciones (phantasma) que nos
hacen tomar las sombras como realidad
-para los modernos, los sentimientos
Por
lo tanto, según Foucault, un
adecuado trabajo sobre nuestros sentimientos nos proporciona el
poder mental que nos permite ser uno mismo en el escenario de los
otros.
Para
Foucault, la ética conlleva una idea del ‘cuidado de sí’,
del manejo de ‘técnicas de sí’, de tecnologías del yo, del
uso de los placeres –entendido cono distinto tanto de la
sexualidad, como de la hermenéutica del deseo que conforma la
subjetividad cristiana. En suma, la estética de la existencia
consiste en la implementación de una serie de ejercicios para
hacer de uno mismo una obra de arte.
Lo
que en la filosofía clásica era una práctica de vida, un arte
de vivir, es decir, una ética, devino en una filosofía moderna
que establece un sujeto de conocimiento cuya misión es la de ser
soporte de una cadena de representaciones adecuadas.
Partiendo
de la concepción de la ética como arte de vivir, Tomás Abraham,
en La empresa de vivir,
se pregunta si en la contemporaneidad existe la posibilidad
de ejercer un cuidado de sí con técnicas y teleología
diferenciadas.
Según
Abraham pueden distinguirse dos formas contemporáneas de un nuevo
arte de vivir: la literatura
de autoestima y los grupos
de autoayuda.
La
literatura de autoestima se presenta como una literatura que da
consejos, una prescriptiva que constituye una suerte de biblioterapia.
Una literatura del yo, del éxito, de la salud, de la belleza, de
las variadas formas de poder.
La autoridad
de los libros de autoestima, del mismo modo que ocurre en los
grupos de ayuda, se
basa en la experiencia –no en la erudición, ni el
prestigio académico. Una experiencia que da fe y esperanza,
porque asegura que podemos cambiar nuestra vida.
Para
examinar el fenómeno de los grupos de autoayuda hay que partir
del Psicoanálisis. La cultura psicoanalítica presupone una
connotación trágica: Edipo huye del destino paras entrar
definitivamente en él, para que haya caida debe hacer huida, para
que haya destino debe haber soberbia. El psicoanálisis postula
que el deseo inconsciente aparece disfrazado, enmascarado; un
juego de máscaras, cuyo sentido está en su alternancia; un
travestismo del deseo: lapsus,
chiste, sueño. El sentido se desplaza (en la metáfora, la
metonimia, la sustitución, el desplazamiento), el sujeto es nómade.
Su lenguaje se conjuga en la impersonalidad gramatical del
“se”. Hija de su tiempo, el Psicoanálisis de Freud es una
teoría híbrida que combina el positivismo realista de la
medicina y la biología con la literatura pagana y ancestral.
En
los años noventa, con el advenimiento de la cultura
económica, la economía
más que una disciplina de especialistas es un capital simbólico.
La
cultura económica habla de sus ideales:
-las relaciones humanas
-los recursos humanos
-el servicio a la comunidad
-la liturgia de un producto
-el espíritu de riesgo
-el dinamismo existencial
-la creación de acontecimientos
-la comunicación global
-la velocidad
-la plasticidad
-la flexibilidad
-el espíritu de grupo
-el liderazgo no autoritario
-los records
-los grandes campeones de ventas
-el gran mundo de los negocios
En
este marco, la fase psicológica
recorre esta hegemonía
simbólica y la deforma.
La
psicología de nuestro tiempo se concentra en la tarea de pensar
los modos en que los seres humanos deben trabajar su conducta
para:
-no sufrir
-obtener placer
-vivir mejor
-no morir
Abraham
distingue la psicología de la paz de la psicología de la guerra.
En la paz, los
grupos de ayuda coordinados por profesionales, o autogestionados,
despliegan su oferta para un amplio campo de malestares:
-obesidad
-alcoholismo
-drogadicción
-soledad
-mujeres que aman demasiado
-padres que perdieron a sus hijos
-padres separados que pelean por ver a sus hijos
-adictos
-impotentes sexuales
-enfermos de SIDA
-enfermos terminales
En
estos grupos pueden darse los casos siguientes:
-la emergencia de testimonios en espacios comunicacionales e
institucionales
-grupos no siempre filtrados por disciplinas o profesionales
-grupos capturados y canalizados por los llamados expertos
-grupos convocados por los comunicadores sociales
En las guerras, cuando se producen genocidios y
masacres que se prolongan en la paz, las sociedades están
penetradas por sus víctimas. La memoria sigue viva. Los
testimonios no se silencian. Entonces, más allá de lo político
–dice Abraham- lo que no
se puede obturar es el haber sabido o presenciado hasta donde
puede llegar la crueldad y la deshumanización; los
interrogantes que impone y los dilemas éticos que connota la
guerra.
En
los campos de la muerte, en las encrucijadas humanas en situación
límite, la psicología de la vida cotidiana sufre una mutación:
los hombres inventan de otro modo su espacio moral y su conducta.
En
la cultura económica, psicológicamente el fenómeno anímico que
interesa no es el egoísmo ni la envidia, sino la
humillación. La humillación que nace de la mirada del
otro.
Los
grupos de autoayuda y la literatura de autoestima describen formas
de humillación, y analizan cómo enfrentar situaciones de
humillación.
Para los fenómenos
derivados de la matriz económica se puede aplicar una psicología
relativa a las situaciones límite, comparables a las
testimoniadas por las víctimas de los campos de exterminio, que
hablen de:
-técnicas de humillación
-legitimación de formas de la crueldad
La situación límite –como
afirma Tomás Abraham- configura
un mundo con un máximo exponente de libertad: cada gesto es
decisivo.
|