Mónica
Sacco -escritora argentina, ingeniera química y notable coordinadora de
talleres literarios de ciencia ficción- delata en su novela
policial Un látigo muy cruel
las prolijas investigaciones que le sirven de excusa
para abordar temas mayores: la historia del siglo XX y las marcas
que dejó en los hombres y mujeres que la vivieron, las personas
que esa historia fue haciendo.
Con
capítulos breves, a veces fragmentados y apenas reconocibles por
un número, tras el
cual se consigna un lugar, una fecha, eventualmente una hora; Un
látigo... se arma como un puzzle de lugares (Milán,
París, Buenos Aires, Escocia, Saint Denis, Génova), de tiempos
(que alternan de 1921 a 1998) y de historias, que se entrecruzan.
Ya sea desdibujadas por la falta de algún dato; o sorprendiendo
por la rigurosidad temporal y
local (“Despacho del Comisario Massarino”, “Siete y media de
la tarde”, “ treinta de la madrugada en el hôtel particulier”); sin por eso desdeñar la ambigüedad
(“C*, tercera semana de febrero”).
Un
puzzle que, en suma, va conformando una estructura que, aun
sin propuesta explícita de la autora, da lugar, invita a la libre
elección del abordaje de su lectura.
En
ese marco, Sacco delinea historias personales en las que se
instalan como factores determinantes los contextos históricos e
ideológicos que van desarrollando la realidad de los personajes.
Personajes
fuertes, indispensables y definitivos para las historias o los
fragmentos presentados en la imbricada escritura; que se
encuentran acompañados por otros personajes instrumentales,
actantes, e incluso aleatorios y tal vez futuros protagonistas de
otras historias todavía ocultas o inacabadas.
Personajes
que en conjunto forman una galería que revisa las distintas
formas de la condición humana. Se presentan en acción. O se
adivinan. El diálogo es usado como un recurso que otorga agilidad
al relato. Sin embargo, los personajes también se van
construyendo por medio de monólogos interiores en los que
aparecen los sentimientos que se expresan y se ocultan, planteando
profundas reflexiones inescindibles de la acción: surgen de ella
pero muchas veces se presentan, se imponen en los pensamientos de
los personajes.
Entre
las perspectivas, los puntos de vista elegidos, predominan, por
una parte, un impersonal omnisciente que introduce situaciones, y
por otra, la visión de algunos personajes que alumbran y cierran
situaciones e historias.
Estos
recursos hacen que la acción se acelere y se ralente, sin
perder un ritmo y una tensión que despiertan constantemente el
interés del lector.
En
el lenguaje, como señalamos, abunda el diálogo, las
descripciones, el “fluir de la conciencia”,
así como muy distintos niveles coloquiales que, reflejando
ambientes y jergas específicas respetuosas del sector social o
profesional que pintan, no descartan la violencia, las reflexiones
profundas ni las vivencias sublimes. Hasta se incorporan los
avances tecnológicos y la virtualidad entra en escena también
como medio de expresión, como signo de los tiempos.
Un
látigo muy cruel, descartando eufemismos, plantea en el
condicionamiento externo que les impuso el siglo XX –en
ocasiones con crudeza y en otras con ternura- el desarrollo de las
grandes pulsiones humanas: vivir, sobrevivir, matar, morir,
matarse, amar, ser... Constituye una búsqueda de la propia
historia para comprender la propia vida.
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