Noticias desde Madrid

por Zulema González*

En estos días la crítica literaria se ha volcado a contar las excelencias de la última obra de Carlos Fuentes, La Silla del Águila. Los especialistas resaltan la novedad, en estos tiempos, de su estructura narrativa  que es la vuelta al género epistolar. Transdisciplina, que se caracteriza por ser un ámbito de investigación, rescata, a propósito de esta novedad, una obra del mismo género publicada en 1910 pero recién ahora traducida al español por Ediciones B en su selecta colección Afluentes. Se trata de El último verano de Ricarda Huch (1864-1947). Mujer de avanzada, fue una de las universitarias pioneras de Alemania y la primera que formó parte de la Academia Prusiana de las Artes. Historiadora, poeta y filósofa despertó la admiración de Thomas Mann quien la consideró “no sólo la mujer más importante de Alemania, sino de toda Europa”. El último verano transcurre en la Rusia prerrevolucionaria y plantea el conflicto entre ética e ideología. El gobernador de San Petersburgo, amenazado de muerte y a instancias de su mujer, contrata los servicios de un secretario para que vele por su seguridad. En realidad, éste será su asesino, lo sabemos en las primeras páginas, y su personalidad impresiona profundamente a todos los miembros de la familia. Lo que atrapa la atención del lector es la maestría de la autora en obviar la diferencia entre buenos y malos y mostrarnos el peso de las convicciones en la conducta humana y la dimensión moral tanto del político como del criminal. Es el canto del cisne de los hombres con ideales cuyo límite podría fijarse en el final de la Primera Guerra Mundial cuando las relaciones entre los poderes y los países pasa de los diplomáticos, funcionarios con una sólida formación humanística, a los militares y a los violentos. El resultado de la gestión de estos últimos lo vemos día a día. 

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* Nuestra corresponsal en España