Anonimato
en la red. Ilusión de ser des-conocido
Roberto Balaguer
Prestes
El anonimato es una marca del
arco de tensión entre el comportamiento individual y el grupal o social. Inclusive en el supuesto anonimato de las calles de las
grandes urbes existe un control social, pautado por los rasgos culturales
predominantes.
El
individuo en grupo, debe adaptarse a éste, a sus normas, sus códigos,
para no quedar excluído del mismo. A través de los roles asumidos,
adjudicados, la pertenencia (P.Riviére, 1984) los supuestos básicos
(Bion, 1973), el individuo encuentra en la dinámica grupal un freno a la
individualidad y al descontrol impulsivo.
Señala
uno de los más representativos psicólogos de la Psicología Cognitiva:
“Las normas sociales ejercen una influencia reguladora sobre la conducta
humana de dos formas básicas. Las normas sociales transmiten estándars
de conducta. La adopción de estándars personales crea un sistema
autoregulador que opera a través de autosanciones internalizadas”.
(Bandura, 1995: 47-48).
El
anonimato por su parte, libera al individuo a la vez que
lo deja a merced de sí mismo. Sólo debe rendir cuentas a su
propia persona, ya no al grupo ni a la comunidad. Todos sus impulsos, sus
pulsiones, quedan liberadas de la tiranía del mundo externo. El
interjuego de su mundo interno determinará el destino de sus actos. Las
restricciones culturales, morales, sólo pasarán a operar desde su mundo
interno. De las dos fuentes de tensión que Freud (1923) describiera, sólo
una de ellas, el Superyo con sus preceptos morales, sus restricciones, su
tiranía, podrá controlar las acciones. La realidad externa, el otro
tirano, se encuentra entre paréntesis en la situación de anonimato.
A
diferencia del grupo, la masa ha permitido un comportamiento que se acerca
al del anonimato. Amparado en la dificultad para ser identificado, el ser
humano ha desplegado enormes cantidades de energía, generalmente de orden
agresivo en estas agrupaciones humanas. La identificación con un líder
ubicado como ideal del yo (Freud, 1907) o como objeto cultural del self
(Kohut, 1988) ha permitido a los sujetos cometer todo tipo de actos desde
los más osados y solidarios, hasta
los más cruentos. La responsabilidad diluida en la muchedumbre libera al
individuo de su conciencia crítica, y lo lleva a acciones que difícilmente
llevaría a cabo de encontrarse en situación normal.
El anonimato se encuentra al
extremo de una linea imaginaria cuyo otro polo
es la perfecta identificación de la persona.
En el
trabajo clínico se escucha
decir con frecuencia a los pacientes frases tales como “qué bueno sería
irse lejos, a un lugar donde nadie me conozca y empezar de vuelta, o al
menos pasar unos días y descansar”. La fantasía de los viajes de
egreso adolescentes, están teñidos por esta ilusión de anonimato que
permitiría hacer “cualquier cosa” en el sitio elegido. La lejanía,
el ser un “desconocido”
alimenta estas fantasías y habilita a la acción que no se podría llevar
a cabo en el contexto de la cotidianeidad, donde uno es fácilmente
identificable.
Refugio
en el anonimato; descanso de las reglas sociales que operan como tensión
para el individuo que debe aceptarlas a costa de quedar excluído de lo
social.
Paréntesis
en la cotidianeidad, un corte con el funcionamiento del día a día.
A pesar
de ello, son pocas las ocasiones donde el anonimato es individual. Tal es
el caso de los llamados “anónimos”, cartas sin remitente que
generalmente son identificados con accciones violentas o amedrentadoras.
El
anonimato en la Red
El
anonimato es quizás uno de los puntos más atractivos de la red para
muchos de sus usuarios. La posibilidad; al menos hasta ahora; de manejarse
a través de un “nickname” (1) en el ciberespacio, ha sido un potente
ingrediente, especialmente para la desinhibición.
Si bien
el anonimato está circunscripto a algunas áreas de la WWW, ha sido un
punto que se ha resaltado constantemente en las investigaciones que Silver
(2000) maneja como la segunda etapa en el estudio del ciberespacio, es
decir las relaciones online,
especialmente en los chats, y
los MUDS.
Las
nuevas tecnologías han permitido manejarse en relaciones, donde
las identificaciones están dadas por las descripciones que los
usuarios quieren hacer de sí mismos a través del texto escrito. Las
apariencias agradables o desagradables, se desvanecen en la textualidad
que deja a todos potencialmente atractivos
a partir de sus expresiones escritas. Como dice un refrán: “En
el ciberespacio, nadie sabes
si eres un perro".
Autores
como Sannicolas (1997) han resaltado la importancia de la presentación
del self ideal en el ciberespacio. Estas presentaciones ideales suelen ser
un componente importante a la hora de las decepciones posteriores en un
posible encuentro cara a cara (Donath, 1996; Gwinnell, 1999).
Para entender más profundamente
este aspecto veamos qué decía Goffman (1963) unos cuantos años atrás
en relación a los estigmatizados, su objeto de estudio por aquel
entonces:
“El
individuo conocido por otros puede o no saber que lo conocen; los otros a
su vez, pueden estar enterados o no de que el individuo sabe o ignora que
lo conocen. Además aún cuando crea que los demás no saben nada de él,
no puede nunca estar totalmente seguro de ello...
Dejando a un lado cuánto es lo que se sabe o lo que se ignora, todo
esto tiene importancia, puesto que en un individuo el problema de su
identidad personal y social variará considerablemente según el
conocimiento o desconocimiento que de él tienen los presentes, y en tal
caso, según su propio conocimiento o desconocimiento de este hecho...
Hay que advertir que aún cuando las calles de las grandes ciudades
ofrecen situaciones anónimas para los que se comportan correctamente,
este anonimato es biográfico; es
difìcil encontrar algo así como el anonimato completo aplicable a la
identidad social.” (1963: 84)
(itálicas mías).
Evidentemente Estigma
fue escrito antes de la irrupción de Internet.
Los graffittis en los espacios públicos,
muros, baños, paredes; antes y después de tornarse famosos
y objetos de admiración; los viajes de egresados y el teléfono antes del
captor de llamadas, han sido espacios en donde la libre expresividad ha
encontrado par, y donde el anonimato ha sido su fiel sombra.
Los
actos atrevidos, las palabras o
actos obscenos, las denuncias agraviantes y el sarcasmo, así como las más
patéticas amenazas, se han amparado en ese desconocimiento del otro, de
quién es el emisor del mensaje.
El
anonimato crea desinhibición (Suler, 1996; Wallace 1999; Gwinnell, 1999)
y esta desinhibición puede revestir características tanto positivas como
negativas.
Wallace
(1999) trae a colación una serie de investigaciones empíricas
anteriores, en donde la ausencia de testigos marca el camino de las
interaciones de los participantes, quienes optan por senderos distintos a
los que elegirían de existir un control social.
Inclusive
estas investigaciones pueden
ser complementarias con los comportamientos descriptos por Freud (1907) en
relación a la Psicología de
las masas que señalábamos más arriba. Freud hacía
enfasis en la masa y el liderazgo y no tanto en la situación de anonimato
si bien ésta es
mencionada.
La
laxitud en el control social, permite la expresión de aspectos que en
otros contextos no se daría, dada la presencia de los otros. Esto señala
un aspecto cultural que tiene que ver con el proceso inhibitorio y
represivo que ejerce la sociedad en relación a
la actuación del individuo.
El Psicoanálisis freudiano a través del ensayo “Tótem
y Tabú” (1913) o de la descripción del Superyo (Freud, 1923) como
una instancia represora internalizada, ha transitado esta línea de
control social, en detrimento de lo pulsional. Posfreudianos como Marcuse
o Reich dieron cierto vuelco,
pero siempre manteniendo esa línea represiva de la sociedad.
Desde otro ámbito, el
interaccionismo de Goffman (1959; 1963) ha señalado la importancia de la
co-participación en la estructura social y en el despliegue de información
para la construcción de la interacción. La presencia del otro, su
mirada, nunca es inocua.
El
anonimato no implica la no presencia del otro; las masas así lo confirman; sino más
bien la posibilidad de no ser identificado individualmente, no ser mirado
en forma exclusiva. Esto nos lleva a pensar en la importancia clave de la
mirada del otro y la culpa o vergüenza (dependiendo de cada cultura) con
la que debe enfrentarse el sujeto, siendo éste un punto clave, siguiendo
a Goffman, Freud o Foucalt y los controles sociales. En el caso de este último
autor cuando alude al Panóptico de Bentham, es claro que es la mirada del
otro la que posee un peso enorme para las acciones del confinado a prisión.
El
anonimato quizás por lo novedoso en una dimensión tan mayúscula, ha
invadido gran parte de la literatura fantástica y científica acerca de
Internet, aportando muchos elementos a la cultura del ciberespacio.
Lo
cierto es que el anonimato no es un elemento presente todo a lo largo y
ancho de Internet.
El
anonimato está reservado a determinadas áreas de la red y no puede ser
sostenido indefinidamente en muchos casos (Wynn y Katz, 1997).
A pesar
de no haber elementos
visuales o auditivos en
juego, nuestro discurso no puede ser un discurso descorporeizado
totalmente, sino que es un discurso atravesado por el cuerpo por sus
raices, orígenes, identificaciones, por lo que la idea de descorporeizado
totalmente, es en sí una idea virtual (Rheingold 1993; Turkle 1995;
Adamse & Motta, 1996; Wynn, 1997).
Rheingold
(1993) trae un lindo ejemplo
donde el anonimato produce spam (2) cuando alguien en un BBS (Bulletin
Board System), haciéndose pasar por un consumidor de un programa de
software, hace publicidad indirecta, es descubierto y debe pedir disculpas
en el foro de discusión por hacerse pasar por otra persona. Ser
descubierto por el otro, aunque sea a nivel textual, lleva a que debamos
hacernos cargo de nuestros actos, de la culpa eventual o la vergüenza
concomitantes.
En este
contexto no es la mirada real la que descubre, la que está en juego, sino
la mirada fantaseada, anticipatoria de la posible, sustentada en
pensamientos tales como “cómo haré para mirarlos a los ojos?”
Self
único, self fragmentado
Hemos señalado
que en algunas áreas de Internet es posible manejar nuestra identidad tal
y como queramos. Sin embargo, al tratarse la Red de un espacio social,
nuestro personaje genera en los otros ciertas expectativas y
co-construcciones que a la larga a no ser en casos de severa psicopatía,
son difìciles de mantener sin culpa.
A tal
respecto hay una situación en particular que merece una atencion
detallada y es aquellos casos donde las personas se han hecho pasar por
muertas. Comentarios de cibernautas al respecto señalan que no es fácil
para estas personas poder desprenderse de esas experiencias. El supuesto
aspecto lúdico en las comunicaciones ciberespaciales, se ve roto y la
culpa comienza a operar.
Como
hemos dicho antes, el anonimato es
quizás uno de los puntos sobre los cuales más se ha partido como premisa
para distintas hipótesis sobre los usos de Internet.
De hecho
la investigación etnográfica de Sherrry Turkle (1995) La
Vida en Pantalla tiene como telón de fondo entre otras cosas el
anonimato.
La
investigación que lleva a cabo en los MUDS
(Multi Users Dungeons o Domains) la lleva a diferentes conclusiones
una de las cuales tiene que ver con una posición posmodernista y
deconstructivista sobre la personalidad.
Para
ella los MUDS proveeen a los usuarios de la posibilidad de poner en juego
los diferentes aspectos del self, dejando entonces de lado el concepto de
self único, que según la autora ha sido paradigma
del pensamiento occidental hasta no hace mucho tiempo atrás.
Quizás
uno de los mejores artículos a este respecto sea
el de Eleanor Wynn y James Katz (1997) quienes ponen en tela de
juicio la existencia previa de una unicidad en relación al self,
desmitificando los planteos de Sherry Turkle (1995) y de Stone (1991).
Basándose
en los aportes de las ciencias sociales y muy especialmente en Goffman,
plantean sus autores que las ciencias sociales no hablan de una
unicidad en el concepto de self, premisa de la cual parten tanto Turkle
como Stone para sus análisis.
Para su
concepción el self es una co-construcción en la interacción social.
Plantean
que en Internet los actores buscan dar un sentido a las interacciones,
coparticipando en el discurso, buscando en definitiva comunicarse con
sentidos y unir sus experiencias en el ciberespacio con los aconteceres de
la vida real.
A
pesar de no existir en la red en general datos visuales, existen algunos
signos (Goffman, 1963) que dan cuenta de determinados aspectos de la
persona.
Una dirección de correo .aol es
diferente a una .org o .edu
(Wynn y Katz, 1997; Wallace, 1999). Estos son los símbolos que porta el individuo en la red; son diferentes, pero a su
vez dan cuenta de cierta información social de antemano (Goffman, 1963:
58).
Como
plantea Donath (1996) si bien todavía
no existen dominios que puedan dar estatus de “rico”, no pasará
mucho tiempo para que esto suceda. Estos dominios en la actualidad son o
bien institucionales o comerciales. Los dominios institucionales
presuponen una afiliación que en
el caso de los comerciales no se da. Para acceder a una cuenta comercial sólo
basta con pagarla o pedirla en forma gratuita a través del proveedor. Las
firmas que se utilizan en la comunicaciones electrónicas son un modo de
enlazar la persona virtual a la real.
Lo cierto es que lo que para
Goffman era un imposible, hoy es en cierta medida posible gracias al
anonimato que provee la CMC y parte del
problema pareciera radicar en
los distintos usos que se dan a similares terminologías; el propio
concepto de self es un concepto que reviste cierta ambigüedad.
Goffman
(1959) se dedica a estudiar las interacciones , lo cual es
cualitativamente distinto a la concepción de por ejemplo autores como
Kernberg (1993) o Kohut (1971) en relación al self desde el campo
psicoanalítico.
Turkle
(1995) por su formación psicoanalítica tiende a pensarlo creemos, en
relación más cercana a lo
psicoanalítico, lo que lleva a Wynn y Katz (1997) a quejarse de que
Turkle no plantea una definición del término, lo cual en definitiva es
cierto.
Elliot (1996) ha trabajado la
evolución del concepto de self, relacionándolo con los cambios
culturales del modernismo al posmodernismo y H.Bleichmar (1997) en “Avances en
psicoterapia psicoanalítica” muestra algo de la multivocidad del
self, con sus modularidades.
Para
Romano (2000) el hombre digital está
cercano a las locuras privadas de Green (1996). Los MUDS son un territorio
más que fértil para el desarrollo de las locuras privadas descriptas por
Green.
En otras
áreas donde uno pretenda poner en juego estas locuras privadas, las cosas
se complican bastante, por diversas razones. El anonimato permite el
despliegue de aspectos del self que en la vida diaria, ordinaria no son
puestos en juego. Los usuarios “fabrican” un personaje, lo actúan,
interactúan a través de él, que en general es un aspecto del self.
Malas
noticias para el anonimato
Wynn y Katz (1997) en defensa de
considerar a Internet como una tecnología real, basada en organizaciones
reales y personas reales, plantean algunos elementos que acercan a
Internet al Panóptico foucaltiano. La
ilusión del espacio privado, o parafraseando a Suler (1996) la ilusión
del “espacio de la ilusión” winnicottiano se deshilacha con los
buscadores de Deja News quienes
son capaces de realizar un seguimiento de los mensajes publicados por una
persona en los distintos sitios.
Para
los autores esto vuelve a los usuarios “transparentes” ya que se puede
combinar distinto tipo de información sobre cualquier usuario
participante en la red. Citan también estos autores el servicio
“Magellan Internet Guide” del Mc Kinley Group.Inc. que ha implementado
un dispositivo capaz de “espiar” las búsquedas de otras personas. A
través de él se puede acceder al texto de los usuarios, lo que acerca a
la red a una versión digital
del 1984 orwelliano.
Sin
entrar en la dimensión legal en juego, quisiera compartir lo que está
considerado el primer juicio sobre mensajes anónimos en Internet.
Como
ejemplo concreto de lo anterior ha surgido el caso del Dr. Sam D. Graham
Jr. quien fuera beneficiado con una indemnización de U$ 675.000 tras
haber sido injuriado “anónimamente” por un colega. Sus abogados
demandaron a quien había colgado en febrero de 1999 en un foro de Yahoo!,
un mensaje que lo culpaba de cierta acción fraudulenta.
El
anonimato supuesto del foro quedó en un segundo plano frente a la
legalidad o ilegalidad del acto de este colega injurioso. Parece ser que
este veredicto es el primero basado en un mensaje anónimo en Internet.
La
Red "Echelon", una red de espionaje capaz de interceptar dos mil
millones de comunicaciones diarias fue denunciada tiempo atrás
en el Parlamento europeo.
“La
Compusearch Market and Social Research obtiene datos a nivel local de
Statistics Canada y los solapa con datos de los 650.000 códigos postales
canadienses para crear retratos sociodemográficos que se utilizan en las
estrategias de comercialización” (Lyon, 1994: 79-80).
Mientras
el mundo físico continúa su carrera ascendente en términos de control,
Internet comienza a parecerse cada vez más al Panóptico de Bentham,
especialmente tras el comienzo de la lucha antiterrorista. Los temores de
centralización del poder que habían inundado las páginas referidas a la
Red parecen comenzar a tener bases ciertas.
Los cibernautas aparentemente a
resguardo de la violencia en sus hogares, ingenuamente convencidos de
estar a salvo de la identificación con la Red, son presas fáciles sin
embargo, no sólo de las autoridades sino también de los intereses
comerciales. Sus compras por Internet, un registro de todo lo publicado en
la Red o todos los sitios visitados o su propia historia clínica,
abandonan el ámbito privado para pasar a un estado latente que fácilmente
puede volverse público.
Anonimato
o seudonimato
Nos
hemos referido hasta ahora al anonimato como uno de los elementos
resaltados ampliamente y más apetecibles de la Red, a pesar de los
seguimientos actuales en el mundo de los bytes.
Sin
embargo hay un elemento que describe Mayans (2000) que nos parece más que
interesante para ser tenido en cuenta. Dice este autor:
“De
este modo, un seudónimo, aunque no conlleve ninguna pista hacia los datos
que hay tras la persona en el mundo físico, puede tener una reputación y
un carisma clara y fuertemente establecidos en el mundo virtual. Y esto es
lo que desean muchos usuarios de IRC habituales. Ser conocidos -incluso
ser conocidos a fondo- por su nick. Un estado que podríamos llamar de
seudonimato. A poquísimos de estos usuarios les resultaría apetecible el
anonimato auténtico. Al contrario: invierten muchas horas de su tiempo en
establecer vínculos sociales en línea, a conocer a otras personas; a
dejarse conocer; a proyectar su modo de ser; a destacar, de un modo u
otro; a forjar una personalidad y una forma de ser que sea apreciada y
reconocida; a cultivarse el respeto de los demás, creando canales, dando
apoyo y ayuda a quien lo solicita, coleccionando niveles de privilegio en
varios canales, construyendo o participando en páginas web con los datos
del canal y de sus habituales, etcétera. El anonimato, de hecho, es algo
que evitan con vehemencia”.
Apoyándose en Donath (1996),
Mayans (2000) pone de relieve que el anonimato al que nos hemos referido
es en muchos casos relativo. El nuevo espacio geográfico de Internet
provee a los usuarios de una oportunidad para llevar a cabo acciones bajo
un nombre nuevo pero tan estable como el de sus vidas cotidianas. Dice
luego Mayans:
“Hay
quien opina que, en los entornos sociales del ciberespacio, la alusión al
anonimato es una metáfora, algo que se refiere a aspectos que no son
literalmente lo que se define por anonimato. A lo que en realidad aluden
es al seudonimato, aunque desconozcan el rebuscado neologismo. Un
seudonimato que mantenga su vida y datos reales a salvo de
malintencionados a la vez que suponga una auténtica implicación personal
en su vida en línea. Quizá ése sea el término que debamos utilizar en
este ya no tan nuevo medio” (Mayans, 2000).
Tendríamos entonces en relación
al anonimato dos situaciones distintas. Una primera en la cual el sujeto
busca el anonimato completo, es decir no dejar ninguna señal o rastro de
su identidad verdadera. ¿Qué puede mover a las personas a actuar de esta
forma?
Para
Donath (1996) factores que influyen son la vergüenza al por ejemplo estar
revelando datos “extremadamente personales” o estar implicado en temáticas
de dudosa legalidad, por lo que en este último caso lo que estaría
operando sería el cuidado frente al temor de ser identificado y sufrir
consecuencias legales reales, no ya sólo virtuales. Podríamos también
agregar la vergüenza frente a acciones voyeuristas o simplemente el
buscar esconderse para desplegar una descarga pulsional ya sea agresiva a
través de comentarios violentos (flame-wars) o eróticos con los flirteos
en los chats.
En
general esta situación pareciera
tener que ver más bien con una liberación, una descarga pulsional erótica
o agresiva o de curiosidad, donde lo que importa no es el personaje sino
lo dicho o hecho por éste.
No
hay aquí una continuación de identidad, ni la menor intención de
hacerlo. Lo que se busca es la satisfacción de determinados aspectos que
se ve facilitada por este nuevo medio. La acción que se despliega no hay
intención de ligarla a ningún aspecto de la personalidad.
En
estos casos en el anonimato muchas veces se busca más la reaccion del
otro, el temor, la ira. Se intenta inocular en el otro determinados
aspectos, en una especie virtual del “vínculo excitante” que describe
Caratozzolo (1996) cuando se refiere a la pareja pasional de la
posmodernidad.
Esto
último también se puede desarrollar con el seudonimato, mostrando una
personalidad “malévola” online también.
El
segundo modelo, tendría que ver más con la represión quizás. Aspectos
temidos, donde hay un reconocimiento de algo propio pero
que no puede integrarse a la personalidad global del sujeto en su
accionar diario.
Es
aquí donde Turkle (1995) asimila este juego con la identidad a la
psicoterapia, cuando este aspecto puede ser integrado a la personalidad y
no sólo jugado.
Este
es el seudonimato. La identidad que se va construyendo en el ciberespacio
es cuidada, alimentada y se va desplegando considerando a los otros, teniéndolos
en cuenta, aunque más no sea para lograr en última instancia “un lugar
en el mundo virtual”. Hacerse de un nombre en la cotidianeidad puede ser
tan difícil como lograrlo en el mundo virtual.
Es
por ello que no es fácil desasirse de una personalidad creada online que
ha costado trabajo elaborar (Donath, 1996).
Notas
(1) nickname
es un término en inglés que
proviene de los nombres de guerra. En la red
se denomina así a los nombres que los usuarios utilizan para
conectarse a las salas de chat, MUDS, etc
(2) spam
es un término en inglés que se refiere a la publicidad no deseada
recibida a través del correo electrónico
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1er Congreso ONLINE del Observatorio para la CiberSociedad
(c) Observatorio para la CiberSociedad
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