El
anonimato
El
anonimato reviste un atractivo singular: nos permite no ser
identificados como “nosotros” y poder convertirnos, aunque sólo
sea en un lugar y por un lapso restringido, en el Carnaval por
ejemplo, en “otros”, ya sea por el uso de una máscara o por
la intervención en un simulacro.
Como
sabemos la palabra anonimato deriva del griego, de άnonumoς,
es decir de άn, privado
de, y όnoma, nombre.
El
que no tiene nombre puede desaparecer. Pero en el ámbito de la
web y de los modos de comunicación que se establecieron en la
posmodernidad, se impone la transparencia que da lugar a los
“usuarios” transparentes.
Desaparece
la persona, pero no su código de identificación, ni sus
preferencias, ni sus recorridos... que son compilados por un modo
de control por el cual el ámbito de lo privado se hace público.
Hay programas que registran las páginas web que el “anónimo”
visita descubriendo sus usos, sus gustos, sus selecciones, que en
conjunto definen un perfil del “anónimo” utilizado luego por
las campañas publicitarias de consumo doméstico, político, de
preferencias de pensamiento. Esto implica que el “anónimo” es
objeto de un sofisticado control que transparenta sus cualidades
mucho más allá de su nombre.
Mayans
dice que la “alusión al anonimato es una metáfora”.
También
podríamos decir con Baudrillard que “la ilusión del anonimato
es un simulacro”.
Además
podemos hablar del “seudoanonimato”, el “nick” figura en
la que el “anónimo” asume una identidad que se va
construyendo y modelando en el ciberespacio. Como dice Donath:
“una personalidad creada online trabajosamente elaborada”.
En
suma, el “anónimo” no tiene nombre pero deja huellas.
La
impunidad
Otro
tema interesante para el análisis es la impunidad que se puede
encontrar fácilmente en el ciberespacio.
Más
allá del anonimato y de las reglas que establecen los modos y
usos correctos en el ciberespacio, para algunos usuarios de la red
este ámbito es un espacio que admite la anomalía.
La
anomalía es una aberración sin consecuencia, contemporánea al
evento sin consecuencia.
El
usuario de la web que se permite anomalías, aun dando su nombre
se siente anónimo. Anónimo e impune, en tanto se permite
utilizar códigos que no adecuados a los distintos ámbitos que
son los sitios web.
Pongamos
por ejemplo, pidiendo a los lectores las disculpas del caso, por
las insultantes palabras que vamos a reproducir y que forman parte
del mail que nos envió en la fecha el Dr. Alejandro Oscar
Chavero, cuyo asunto consignaba “la puta madre”, en tanto
que el cuerpo del texto decía: “no
deseo recibir más esta cagada. se pueden ir a la puta madre que
los parió”.
Más
allá de la anécdota puntual, que carece de importancia, el caso
pone de manifiesto que en la red se admite el abandono de las
normas sociales que transmiten standars de conductas, así como
que el usuario anómalo se caracteriza por su carencia de
restricciones éticas.
La
laxitud en el control social de la
red, permite la expresión de aspectos que en otros
contextos no se daría, en virtud de la presencia de los otros;
como lo demuestran el anonimato y la impunidad que se verifican en
el ciberespacio.
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