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"Astralib
no fue recuperada, nació libre". La leyenda está
escrita con fibrón negro, sobre una hoja oficio que alguien
colgó en la pequeña oficina que esta cooperativa de
editores subalquila en Boedo. El cartelito, de humilde
dimensiones, está al lado de otro que anuncia la presentación
de Piqueteros, el libro de Iván Schneider Mansilla y
Rodrigo Adrián Conti que la semana pasada salió al
mercado. Se trata de la novena obra en igual cantidad de
meses que el sello, fundado por trabajadores despedidos de
las grandes editoriales, lanza a la venta. Y antes de fin de
año, otros cuatro libro estarán en la calle:
"Llegamos al punto en que nuestros sueños se hicieron
realidad", se enorgullece Gogo Morete, uno de los
socios.
Astralib era
el viejo apócope de la Asociación de Trabajadores del
Libro, una entidad que comenzó a gestarse a principios de
los 80 pero nunca terminó de nacer. "Por entonces
intentamos crear una agrupación que reuniera a todos los
trabajadores de la industria editorial, porque estábamos
divididos en distintos sindicatos -UTPBA, Viajantes, Gráficos,
Empleados de Comercio- y eso nos debilitaba mucho. Para las
empresas era muy fácil despedirnos. Pero ni siquiera
llegamos a obtener personería jurídica. Lo que se formó
de hecho fue una bolsa de trabajo".
Y esa bolsa
de trabajo funcionó mientras en la Argentina hubo trabajo.
Por eso, aquellos asados de camaradería que reunían a 400
personas en la década del 80, en los 90 se redujeron a su mínima
expresión. Cuatro personas de ese grupo rescataron el
nombre de aquella asociación frustrada para bautizar con él
a la cooperativa editora que fundaron: "Nosotros
decimos que en los 80 distribuíamos laburo y en el 2000 lo
inventamos", explica Morete y agrega: "Creemos que
la salida de esta crisis no es individual, por eso armamos
una cooperativa. Fue una de las enseñanzas del 19 y 20 de
diciembre. Además pensamos que esta es una instancia
superior a la salida de los cartoneros o, incluso, de los
piqueteros. No digo que sea una instancia superior de lucha,
pero aquí hay generación de riqueza."
Cuando los
miembros de Astralib se reunían en un café de Avenida de
Mayo soñaban con lanzar su primer libro en agosto de 2002.
Los sueños se hicieron realidad con apenas cuatro meses de
retraso: en diciembre, salió la primera obra, Anatomía del
Sapo y Otros Asuntos, de Rodolfo Livingston.
Los fondos
para imprimir ese libro los aportó el padre de uno de uno
de los miembros de la cooperativa. La segunda obra se
financió con la indemnización de otro de los socios cuando
fue despedido del Grupo Sudamericana. Para la tercera
tomaron un crédito blando en el Instituto Movilizador de
Fondos Cooperativos y recién la cuarta ya se financió con
la propia dinámica comercial. También hubo ediciones que
quedaron a cargo de los autores. "Son libros que nos
parecía muy importante que salieran, pero la verdad es que
no había manera de recuperar la inversión, porque son
obras para consultar en bibliotecas. Entonces acordamos que
nosotros hacíamos la edición, el armado, la corrección,
el diseño y el autor solventaba la impresión".
Desde hace
tres meses, Astralib comenzó a devolver los créditos que
tomó. Y hoy, seis de los ocho miembros de la cooperativa
retiran 300 pesos mensuales. "Los primeros seis meses
no nos llevamos ni un centavo. Nos cagamos de hambre, pero
recuperamos la dignidad. Y también la identidad que da un
oficio: yo llevo 32 años trabajando en el libro, tengo una
casa gracias al libro, mis dos hijos estudiaron gracias al
libro", subraya Morete.
Además de
Livingston, Astralib editó libros de Norberto Galasso,
Alfredo Moffat, Jorge Laforgue, Gustavo Veiga, Pablo Llonto
y Sandra Russo. Todos autores que se sintieron atraídos por
el modelo cooperativo que diseñaron Morete y sus socios.
"Nuestra idea -asegura Morete tan verborrágico como
apasionado- no es hacer basura. No queremos publicar un
Bucay o una serie de autoayuda. Creemos que está abierto un
espacio para el debate, la polémica. Nuestro perfil es
reflexivo, queremos que nuestros libros sirvan para entender
por qué la Argentina está como está. Apuntamos al público
progre, que además ve con simpatía el fenómeno de las
cooperativas. Se abrió un nicho. Después de la devaluación,
las multinacionales que se apoderaron del mercado ya no
quieren hacer inversiones. Sólo apuestan a los autores
consagrados que venden toneladas. Entonces, no publican catálogo,
no editan autores nacionales ni novedades sociales. Hay
mucho lugar para ediciones chiquitas. No queremos hacer
tiradas de 50.000 ejemplares, con 3.000 nos
confomamos."
Astralib
imprime tiradas de mil a tres mil ejemplares en la imprenta
Chilavert, una empresa expropiada y autogestionada por sus
obreros. "Lo hacemos allí por una cuestión de
coherencia. Claro, que si nos pidieran diez veces más que
en otro lado buscaríamos otra imprenta", señala
Morete. La calidad material de los libros es igual a la de
cualquier editorial de mercado. Los precios también: no hay
tarifas sociales. "Nuestros costos son más altos que
los de las grandes editoriales. A Sudamericana le sale 4 ó
5 veces menos imprimir un libro, porque ellos lo hacen en
mayores cantidades y compran papel a granel. Hasta los créditos
que ellos pueden obtener son más baratos. Nos pasa lo mismo
que a cualquier PyME (pequeña y mediana empresa). Nuestros
libros tienen precios de mercado, pero nuestras
posibilidades de recupero y ganancia son menores",
advierte.
Aunque los
suplementos culturales de los diarios ignoren a Astralib,
sus publicaciones se consiguen en cualquier librería.
"La cantidad de años que llevamos trabajando en el
mercado hace que todo el mundillo nos conozca, que las
librerías no exhiban en sus vidrieras." La pregunta
que resta es por qué no aparecen reseñas de estos libros
en los medios gráficos. Morete la contesta: "Me gustaría
pensar que somos un granito en el culo. En el mundo
editorial la parte del león se la llevan las editoriales.
Nosotros podríamos ser un mal ejemplo si tenemos éxito.
Además, los suplementos culturales son ghettos de amigos
que se autopublicitan. Y, si las grandes editoriales
publican avisos, hay un acuerdo explícito o implícito para
que se reseñen sus libros. El mundo editorial no es prístino,
hay un montón de intereses y a muchos le da por las pelotas
que haya autores que vienen acá. De hecho nosotros teníamos
apalabrado a un columnista de Página 12 para compilar sus
contratapas y nos lo robó Planeta."
Las
decisiones editoriales de Astralib se toman en asambleas que
se realizan cada 15 días. Tratan de evitar las votaciones y
resolver los problemas por consenso. Sólo en el caso de un
libro debieron apelar a la votación para decidir si
publicarlo o no: La Noble Ernestina, la investigación del
periodista Pablo Llonto sobre la dueña del Grupo Clarín.
Algunos miembros de la cooperativa sostenían que no era una
buena estrategia para una editorial que recién comienza
pelearse contra el holding mediático más grande del país.
Pero, finalmente, la mayoría aprobó lanzar el libro al
mercado. Después de todo, como dice el pequeño cartel de
la pared, Astralib nació libre.
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