Hemos
visto que las investigaciones realizadas sobre el desarrollo de la
inteligencia en los hijos adoptivos, no nos ofrecen posibilidades
de extraer conclusiones definitivas. No obstante pudimos demostrar
que algunos hijos adoptivos, que carecen de buenos antecedentes
familiares, con relación a los padres de origen, alcanzan, debido
a una buena educación y crianza, un satisfactorio nivel de
desarrollo intelectual y emocional.
El
conocimiento del niño, y la importancia que reviste el entorno
familiar y cultural, según las observaciones actuales, nos
permiten pensar que, cuanto mayor es el nivel de estimulación por
parte de los adoptantes, mayores son las posibilidades de
que se manifieste en el niño lo mejor de su potencial creativo.
Cuanto más ricas sean las posibilidades que le ofrezcan, más armónico
y completo será el desarrollo evolutivo. Los padres que cuenten
con un elevado nivel intelectual y cultural tendrán mayores
posibilidades de que el niño alcance un alto desarrollo en sus
funciones mentales. Aunque, los padres biológicos, al igual que
los padres adoptivos, nunca están seguros, ni nadie puede
garantizarles que su hijo va a lograr un elevado nivel mental. En
este terreno todos corren con los mismos riesgos. Tenemos niños
cuyo desarrollo se ha cumplido junto a sus padres biológicos y
sin embargo éstos no han logrado el mismo nivel intelectual que
el de sus padres. Al mismo tiempo, encontramos casos en que hijos
adoptivos cuyos padres de origen no cuentan con buenos
antecedentes intelectuales y sin embargo ellos han logrado
un buen rendimiento y niveles superiores a los esperados.
No
obstante, es normal y esperable que la gran mayoría de parejas
que adoptan se planteen o quieran tener cierta seguridad en
cuanto al futuro desarrollo del hijo que adoptan. Pero, un buen
examen, llevado a cabo por especialistas puede aportar cierta
tranquilidad al respecto. El examen medico-psicológico previo nos
da la posibilidad de eliminar ciertas fantasías con relación a
algunas de las capacidades del niño. Una investigación
pormenorizada, junto con algunos datos que se tienen de los padres
de origen pueden trazar un panorama que permita tener una idea
general en cuanto a alguna afección hereditaria que pueda
malograr su desarrollo o presentar en su evolución alguna
anormalidad.
En
general, y la experiencia así lo demuestra, no existen motivos
para pensar que los hijos adoptivos cuentan con mayores
posibilidades de experimentar problemas con relación a los hijos
legítimos. Las parejas que adopten deben tener presente que,
independientemente de los trastornos neurológicos o la existencia
de taras congénitas, se presentan innumerables riesgos durante el
desarrollo evolutivo de todo hijo, y esto también deben asumirlo
con responsabilidad en el momento de asumir una adopción. El que
adopta debe enfrentarse con el futuro del hijo que adopta de la
misma manera que si el niño hubiese sido el producto de su propia
fecundación.
Evidentemente,
una preocupación desmedida en cuanto al futuro desarrollo del
hijo revela un alto nivel de ansiedad vinculada a algunos aspectos
inconscientes de los adoptantes y no precisamente con la
inteligencia del hijo. Estos temores, estas ansiedades no
diferencian a los adoptantes de los padres biológicos, por el
contrario, los iguala en cuanto a los fenómenos con los que se
tienen que enfrentar. Todos los padres durante el embarazo
experimentan ansiedades y temores con respecto a los riesgos que
implica la gestación y el parto. Hicimos referencia al
sentimiento que experimentan las parejas infértiles con respecto
a la imposibilidad de procrear como resultado de un
"castigo", algo que se mantiene presente en la vida
emocional de la pareja adoptante. En este clima psicológico, no
resulta nada extraño que, cuando se decide una adopción
aparezcan estas vivencias, aún con mayor intensidad por el hecho
de haber tomado la decisión de adoptar. Primero, la vida no
aporta gratificaciones a nivel de la fertilidad, la castración se
enseñorea en el espacio destinado a prohijar, luego viene la
posibilidad de que si se adopta, el hijo puede traer problemas
hereditarios o dificultades intelectuales o emocionales, ser un
inadaptado o cualquier otra cosa, ocurre como si la pareja infértil
no pudiera tener acceso a gratificaciones sustitutivas por
medio de una adopción de un hijo sano, vigoroso y saludable para
ellos como para compensar la ausencia del propio.
Lamentablemente,
en algunos casos estos temores tienen una causa real y visible, el
hijo presenta serios problemas de conducta, es agresivo, no
progresa en su desarrollo, no se adapta al contexto familiar,
revela incapacidades afectivas y no se logra tener un buen vínculo
con él. Entonces, de inmediato, la causa de todos estos males es
trasladada a los padres de origen. Es aquí donde surge la idea de
la herencia patológica en la que tanto se había pensado y de la
que tanto se había temido. Finalmente se cumple lo que
antes era pura sospecha. Las frustraciones se hacen ahora más
intensas y el sentimiento de castigo aún mayor al haber adoptado
un hijo que sólo trae dificultades y angustia.
Continúa en una segunda parte...
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