HOMENAJE A 30 AÑOS
DE LA MUERTE DE
PABLO NERUDA
Del aire al aire, como una
red
vacía,
iba yo entre las calles y
la atmósfera, llegando y
despidiendo,
en el advenimiento del otoño
la moneda extendida
de las hojas, y entre la
primavera y las espigas,
lo que el más grande
amor, como dentro de un guante
que cae, nos entrega como
una larga luna.
Qué era el hombre? En qué
parte de su conversación
abierta
entre los almacenes y los
silbidos, en cuál de sus
movimientos metálicos
vivía lo indestructible,
lo imperecedero, la vida?
Piedra en la piedra, el
hombre, dónde estuvo?
Aire en el aire, el
hombre, dónde estuvo?
Tiempo en el tiempo, el
hombre, dónde estuvo?
Fuiste también el
pedacito roto
del hombre inconcluso, de
águila vacía
que por las calles de hoy,
que por las huellas,
que por las hojas del otoño
muerto
va machacando el alma
hasta la tumba?
La pobre mano, el pie, la
pobre vida...
Los días de la luz
deshilachada
en ti, como la lluvia
sobre las banderillas de
la fiesta,
dieron pétalo a pétalo
de su alimento oscuro
en la boca vacía?
Hambre coral del hombre,
hambre, planta secreta, raíz
de los leñadores,
hambre subió tu raya de
arrecife
hasta estas altas torres
desprendidas?
Yo te interrogo, sal de
los caminos,
muéstrame la cuchara, déjame,
arquitectura,
roer con un palito los
estambres de piedra,
subir todos los escalones
desde el aire hasta el vacío,
rascar la entraña hasta
tocar al hombre.
Sube a nacer conmigo,
hermano.
Dame la mano desde la
profunda
zona de tu dolor
diseminado.
Yo vengo a hablar por
vuestra boca muerta.
A través de la tierra
juntad todos
los silenciosos labios
derramados
y desde el fondo habladme
toda esta larga noche,
como si yo estuviera con
vosotros anclado,
contadme todo, cadena a
cadena,
eslabón a eslabón, y
paso a paso,
afilad los cuchillos que
guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en
mi mano,
como un río de rayos
amarillos,
como un río de tigres
enterrados,
y dejadme llorar, horas, días,
años,
edades ciegas, siglos
estelares.
Dadme el silencio, el
agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro,
los volcanes.
Apegadme a los cuerpos
como imanes.
Acudid a mis venas y a mi
boca.
Hablad por mis palabras y
mi sangre.
(Fragmentos de Canto General, Alturas de Macchu Picchu, 1950)