-
Dale, papi, que son las seis y cuarto.
La
voz somnolienta de Cristina era siempre más efectiva que el radio-reloj
despertador que le había regalado su
suegra para el aniversario de quince años de casados.
Sin
encender la luz ( a Cristina le molesta) y sin abrir todavía los ojos,
se sentó y rebuscó las ojotas con los pies. De memoria fue hasta el
perchero a buscar la bata. En el camino tropezó con los zapatos de su
mujer y se enterró un taco entre la ojota y el deo gordo. Ahogó una
guarangada: siempre lo mismo, ¿no los puede dejar de su lado de la
cama?
A
modo de venganza, salió del dormitorio haciendo la mayor cantidad de
ruidos mañaneros posibles.
La
duda cartesiana diaria lo asaltó ¿me afeito o antes preparo café? Café,
decidió al comprobar que no podía abrir los ojos sin que le dolieran.
Puso
el piloto automático, sacó el tarro, llenó la cafetera y alrededores
de hormiguitas de café y se apoyó contra la mesada a esperar que el
artefacto de porquería le avisara con su blup-blup que el café estaba
listo. Azúcar no, que me da acidez.
Volvió
al baño arrastrando los pies y tropezó con la varilla de bronce apenas
levantada que separaba los humildes mosaicos de la cocina de la alfombra
nueva del comedor. Me cacho, se me volcó café... Abrió un ojo y
verificó el alcance del derrame de petróleo. No pasa nada, macho. Una
manchita de porquería.
Cerró
la puerta . A partir de ese momento y hasta que saliera convertido
nuevamente en un ser humano, el baño era su bunker, su reducto, el
cubil de la fiera al que nadie se atrevería a entrar, ni siquiera
Cristina. Un hombre
necesita su tiempo en el baño.
Un
sorbo de café caliente como lava le calcinó la faringe pero tuvo la
virtud de despertarlo. El sobresalto le hizo abrir los ojos y mandarse
al garguero un buen trago de agua fría - mierda que está fría, tembló
-. Se revisó los dientes como quien se los revisa a un caballo,
a conciencia, lo mismo que la noche anterior antes de acostarse,
lo mismo que todos los días de su vida desde que tenía memoria de
haberlo hecho. Le hizo unas morisquetas al
barbudo ojeroso del espejo,
abrió el agua caliente y la dejó correr hasta que el vapor
comenzó a empañar el espejo.
Con
movimientos seguros y casi sin mirar, alcanzó la afeitadora y el tarro
de espuma-gel en aerosol. Afeitarse le causaba un placer inexplicable e
intransferible. A veces, los sábados en que decidía postergar la ceremonia
para bien entrada la tarde porque tenían que salir, Cristina insistía
¿no podés apurarte un poquito? Si te afeitás todos los días... Qué
ganas de joder tienen, che. Un hombre tiene que poder afeitarse en paz.
Extendió
la mano en el gesto habitual de encender la radio y como siempre, la tiró
al lavatorio. Si seré boludo, todos los días lo mismo. Manoteó hasta
que la encontró y la encendió de memoria, al tiempo que con la otra
mano se pasaba la espuma.
Una
voz desconocida irrumpió en medio de la afeitada vacía de otros
pensamientos. Será posible, viven tocando la sintonía. Por qué miércoles
no usan sus radios. A punto de mover el dial, la voz del locutor lo
paralizó: Amperio Liberali leía las noticias para El rotativo de Radio
El Mundo. Una cara desconocida y enjabonada lo miró desde el espejo. ¡El
Rotativo de Radio El Mundo! ¡Debe ser como la una, me tengo que ir al
cole! El estómago le empezó a doler con el dolor inidentificable de
siempre. Casi podía oler la sopa. Sin darse la vuelta, por el espejo
vio el guardapolvo colgado de la percha del baño.
Medio
asustado movió el dial para atrás y para adelante, tratando de
encontrar la tranquilizadora voz de Magdalena Ruiz Guiñazú peleándose
con el político-víctima de turno. Ruido a estática, zumbidos, pero dónde
corno está Mitre, y una voz severa y acorde con las circunstancias del
anuncio, informaba que a las 13:00 horas del 1° de julio, ha dejado de
existir el Excelentísimo señor Presidente de La Nación, Teniente
General Don Juan Domingo Perón. Después hubo música, pero no pudo
identificarla. Los ojos llenos de lágrimas no le dejaron ver lo que hacía
y se pegó flor de corte con la afeitadora de mierda. Pero la gran...
para
qué joraca me afeito si tengo cuatro pelos. Después en el cole me
cargan, y revoleó la maquinita en medio del lavatorio.
Pasó
una mano apurada por el espejo que se había empañado por completo.
Pero mirá lo que me hice. ¿Murió Perón? Abrió bien los ojos: si se
murió hace como... Esta vez sostuvo la radio para mover el dial. "El show
de MisssssYlaang" susurró Nucha Amengual y los ratones de sus
dieciséis años saltaron alegremente por el baño hasta debajo de la
bata. Qué fuerte debe estar esa mina. No puedo encontrar La Red. A
ver...
El
Himno Nacional lo sobresaltó. ¿Hoy es feriado y no me acordaba? El
sempiterno locutor oficial anunció las palabras del Excelentísimo Señor
Presidente, Teniente General Don Jorge Rafael Videla, en las que hará
referencia al Proceso de Reorganización Nacional que ha dado inicio el
24 de marzo. Urgidos por la ciudadanía toda, nos hemos visto en la difícil
decisión de retomar las riendas del país sumido en el desgobierno.
Los
intestinos se le estrujaron, después se le retorcieron y finalmente le
recordaron que Isabelita estaba detenida en algún lugar llamado
Termidor, cerca de Bariloche. ¿Termidor como el vino del tío francés?
se habían reído en Taller.
Paren,
loco. Esto es demencial. ¿Qué mierda tiene este aparato de porquería?
Quiso llamar a su mujer pero Aretha Franklin lo interrumpió para
contarle que se moría suavemente con la canción de alguien, y Pedro Aníbal
Mansilla anunció "Modart en la noche". De reojo, ahí donde
había estado la toalla de mano, espió el poster de Los Beatles, el del
LP de la banda del Sargento Pepper.
Un boum-boum acelerado lo ensordeció del lado de adentro de la
cabeza.
Tragó
saliva. No quería mirar el espejo porque tenía miedo de verse otra vez
con el pelo largo y lleno de los rulos que eran su orgullo, justo antes
de que el peluquero despiadado del cuartel de Palermo se los arrasara.
Movió
el dial de una punta a la otra de la sintonía, tratando de encontrar
algo que le dijera que estaba en donde y cuando tenía que estar y no
escuchando el Comunicado N° 1: Hoy, 2 de abril de 1982,
hemos escrito una página de gloria en la Historia de la Patria:
el Ejército Nacional ha desembarcado en las Islas Malvinas, para
reivindicar los derechos que le asisten a nuestra Nación y terminar con
la dominación y el colonialismo británicos. Tuvo que agarrarse del
borde del lavatorio porque las rodillas le flaquearon.
Miró
la radio como si fuera un monstruo alienígena.
Juan Pablo II lo bendijo, al igual que a todos los oyentes de
Radio Rivadavia y los obispos invitaron a orar por la paz. Rezó el
Padrenuestro pero no por la paz sino por el pánico que le estaba
revolviendo el café en el estómago.
Hubiera
jurado que el dial se movía solo y los silbidos y estallidos de estática
le dijeron que estaba entrando la onda corta. El servicio de la BBC en
español anunció la rendición de las tropas argentinas en Puerto
Stanley y el fin de la guerra. ¿Cuál guerra?
Unos
golpes salvadores sacudieron la puerta. Miró al artefacto infernal, que
canturreaba " Sólo le pido a Dios" y se alejó, o mejor
dicho, retrocedió hasta la puerta sin perderlo de vista. Cuando alcanzó
el picaporte, el Presidente les deseaba Felices Pascuas a los
ciudadanos. Abrió de un tirón, dispuesto a salir corriendo hasta la
calle, radio en mano, y revolearla al paso del primer colectivo. Felices
Pascuas las pelotas. Nos fregaron de nuevo.
-¿Qué
te pasa, negro? - Cristina lo miraba entre sorprendida y furiosa - ¿Todavía
no te bañaste? ¡Dale, papi, hace como una hora y media que estás
pajaroneando en el baño! ¡Toda la familia va a llegar tarde por tu
culpa, dejate de joder, querés!
-
Pará, mami, que la radio...
-
¿La radio qué? ¡Uy, la radio! - Cristina se mordió el labio - Ay, me
olvidé de avisarte: ayer le saqué las pilas porque Federico las
necesitaba para un experimento en el colegio. Sorry, papi, me olvidé de
comprar. - le dio un beso descuidado - ¡Dale, bañate de una vez, por
favor!