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  ARTÍCULOS: ARCHIVO

 


CUENTO

Diciembre

por Mónica Elisabeth Sacco*


Verdaderamente hacía frío. Aún para él, cuyo mastodóntico tamaño le proveía también abrigo la mayor parte del año. El verano era una tortura, menos mal que duraba poco. No hay nada peor que andar de servicio sudado. Aunque en ese día de frío terrible casi añoró el verano metropolitano, súbito y fugaz. En cualquier momento se congela el río.

Colgó el sombrero pasado de moda y apenas pequeño para su cabeza, el sobretodo-impermeable compañero de desazones e injusticias y miró de reojo las huellas húmedas sobre el pavimento gastado de las oficinas. La vieja de limpieza va a bufar cuando la llame. Pero no soporto la mugre, y la comi tampoco.

Mientras se acomodaba , o mejor dicho, acomodaba a su alrededor el mobiliario, espió hacia la puerta con placa dorada. Cerrada. ¿Habrá mar de fondo?

No había hecho más que sentarse y estaba encendiendo un bien ganado cigarrillo cuando la puerta fatídica se abrió.

Una figura pequeña y bien formada se delineó a contraluz en el marco. Durante las décimas de segundo previas al llamado, se concentró en la imagen para conservarla en la memoria..

Se levantó haciendo ruido con el sillón viejo y familiar y cruzó la oficina completamente vacía excepto por ellos dos.

Entró y ella ya estaba sentada , o mejor dicho, parapetada detrás del escritorio enorme.

No pudo aguantarse la mirada ni la sonrisa: parece una nenita jugando en el despacho de papá. No pudo haber sonreído más inoportunamente: ella le pescó el gesto y apretó las mandíbulas tanto que le sobresalieron los huesos a los lados de la cara.

- Jefe ...- se repantigó en el sillón comodísimo, esperando detrás del humo.

- Acaban de llamar de lo del forense  - el tono de ella era entre cansado y aburrido. - Esta mañana encontraron un cuerpo congelado en uno de los amarraderos. -

- ¿Un vago?-

- Eso pareciera. El forense está furioso porque tuvo que salir corriendo de su casa a abrir el cuerpo. El tipo tenía alcohol hasta en las orejas y los brazos picoteados como un colador.-

-  Un  drogón.- aseveró.

- Hay algo que no me cierra - comentó la comisario tomando una carpeta entre gris y celeste - Sí estaba lleno de alcohol, ... en el estómago. En sangre, no había alcanzado todavía los valores límites. No había llegado a procesar el alcohol suficiente como para emborracharse.- 

Le pasó el reporte del forense, evidentemente hecho a las apuradas. El viejo tendría ganas de volverse a casa. Con este  tiempo...

- Feo. ¿Llevaba identificación? -

- Nada. Los de Identificación también me odian: los tengo trabajando con las huellas del tipo.-

Mientras hablaba, se levantó a ponerse el abrigo y tomar el bolso.

- Vamos a la morgue.- le dijo mientras pasaba hacia la puerta, sin esperarlo.

Trotó tras ella hasta el estacionamiento y se metieron en un auto oficial. Menos mal, porque en el autito de juguete de la comisario él no tenía modo de acomodar su humanidad.

- ¿Qué piensa? - preguntó la comisario bruscamente mientras conducía por las calles grises de frío y casi vacías.  Se refería al informe de la autopsia, pero no hacía falta que mencionara qué. Se conocían tanto que sabían de qué hablaban aún a medias palabras.

- No hay rastros de golpes, ni de ingesta de otra cosa que no fuera alcohol. Tuvo un paro cardíaco no traumático, pero bueno, todos nos morimos de un paro cardíaco, traumático o no. ¿No había más nada en el análisis de sangre? -

- Es lo que espero. Eso tarda un poco más, pero como los muchachos querrán irse a casa, estarán trabajando a  todo vapor .- sonrió sarcástica.

La morgue estaba más silenciosa y vacía que de costumbre y el olor omnipresente de la muerte velado por los antisépticos amortajaba el lugar. Bueno, se consoló, peor es en verano.

Un técnico en bioquímica, con el sobretodo a medio poner, les entregó un sobre.

- Qué suerte que vino, comisario. Me ahorró el viaje.-

El tipo salió poco menos que corriendo. Estaban solos:  ellos, el portero sordo, y el cadáver. No era el tipo de intimidad que prefería.

El zumbido de un celular quebró el silencio. La comisario respondió secamente y anotó en el dorso de la carpeta del bioquímico. Cuando cortó, enarcó las cejas y lo miró.

- ¿Quiere reírse un rato? Los de Identificaciones no podían creerlo. Este tipo fue dado por muerto hace tres años.-

- El cadáver se hizo esperar.- comentó con el cigarrillo colgado de la comisura.

- ¿Lo habrán conservado en alcohol? - acotó ella con un humor negro feroz mientras abría el informe. - Bueno, bueno. Nuestro muerto viviente era diabético y en realidad le dio un coma. Eso lo mató. Quisieron disfrazarlo con el alcohol para que pareciera un borracho más.-

- ¿Por qué tomarse tanto trabajo en simular? Si era diabético y le dio un coma... -

- Diabético insulinodependiente. No recibió las dosis necesarias en varios días.-

Algo se le encendió en algún lugar de la cabeza.

- Oiga, jefe, si el tipo era insulinodependiente y como quiera que sea, sobrevivió tres años a su defunción, tiene que haberse dado las dosis. Si no...-

Se miraron.

- Y si alguien sabía, y le cambió las dosis... o le llenó las jeringas de otra cosa...- la cabeza le seguía funcionando a pesar del olor.

- Agua destilada, suero glucosado, solución... ¿ cómo mierda se llama? ah, sí , Ringer. Cualquier cosa indetectable.-  ella golpeó con un dedito el informe.

- La pregunta es...-

- ¿Por qué? - repitieron ambos a coro.

- Jefe, ¿qué más le dijeron los de Identificación? ¿Ultimo domicilio? ¿Lugar de defunción? -

- Último domicilio.Y allá vamos.-

Esta vez él se sentó al volante. Era feliz: estaban trabajando juntos, metidos hasta la nariz en un caso. No había nada mejor en el mundo.

El barrio del finado múltiple era de los elegantes. El edificio también. Mientras subían en el ascensor, luego de identificarse ante un portero con más humos que el duque de Windsor, se miraron socarronamente el uno al otro. Sí, la verdad es que los sueldos no dan para vestirse con ropa cara.

La mucama que abrió la puerta bien podría haber sido la duquesa de Windsor. Lanzó la nariz al aire.

- Ya colaboramos...-

- Policía. Y todavía no colaboraron. ¿La señora...? - el tono y la placa dorada de la comisario no admitían réplicas, y la duquesa entrecerró la puerta con el morro fruncido, diciendo que avisaría a "madame".

. Dos segundos más tarde, una muñeca  rubia y vestida como para ir a una gala en la ópera abrió la puerta.

- ¿Policía? - preguntó "madame" con ligero horror.

La comisario exhibió una sonrisa candorosa.

- Señora, le ruego disculpe semejante intromisión... Realmente lo lamentamos...-

 

Detrás de ella, asintió con expresión preocupada. La jefe está poniendo el numerito. Ya sabía lo que tenía que hacer.

- Si Ud. fuera tan gentil... Necesitaríamos hacerle unas preguntas.-

"Madame" les franqueó el paso a un piso insoportablemente elegante. Junto al ventanal

un hombre alto fumaba, tan perfumado que el aroma le llenó las fosas nasales logrando desalojar el recuerdo de los antisépticos de la morgue.

- Querido...- llamó la muñeca rubia - los señores son policías.-

"Querido" los miró indiferente.

- ¿Algún problema? - preguntó con voz ronca. "Querido" parece un actor de telenovela italiana, de esas que le gustan a mi madre.

La comisario se llevó a "madame" a un extremo de la habitación y "querido" las siguió sin perderles pisada. Bien, tengo el campo libre. Comenzó a observar, dando pasitos cortos y deslizándose hacia los pasillos interiores, al tiempo que paraba las orejas.

- Señora, la verdad es que...lo lamentamos. Encontramos a su esposo... esta madrugada... muerto. -

- ¿Mi esposo, muerto? Comisario, ¡qué tontería! Mi esposo murió hace tres años - la rubia agitó el pelo.

La escuchó rebuscar en el bolso la Polaroid que habían sacado en la morgue. Casi podía imaginar la carita de inocencia del jefe: los ojos muy abiertos, la boca apenas entreabierta. Toda una colegiala.

- Disculpe, señora... - le dio la Polaroid - Éste es el hombre. La identificación de las huellas fue positiva, el... el occiso - lo pronunció casi con vergüenza - tenía domicilio aquí, figuraba como casado... con Ud.-

- No pongo en duda nada de lo que diga el Departamento de Policía y su división de Identificaciones, pero mi marido desapareció hace tres años y se lo dio por muerto.- la rubia estaba muy convencida.

Se metió en varios cuartos: no había nada fuera de lo usual, si lo usual en esa casa era el confort suntuoso. En una habitación que parecía el estudio, había una foto de un velero.

A bordo se habían fotografiado tres personas: la rubia, "querido" y un tercero, que venía a ser el finado reincidente. Los tres sonreían y saludaban a la cámara. El resto de las fotos era de la actual y muy feliz pareja.

Volvió al salón cuando la rubia relataba las circunstancias de la desaparición de su marido.

- ... el velero apareció solo, a la deriva. Buscamos desesperadamente, con helicópteros, buzos, de todo. Finalmente lo dieron por desaparecido y , bueno, Ud. ya sabe, en caso de accidente marítimo, después de un plazo...-

- Por supuesto. Comprendo perfectamente. - la comisario se puso de pie tímidamente - Pero... podría ser que... no sé, se hubiera salvado, lo hubieran rescatado desde algún otro barco...-

- Velero.- corrigió la rubia con suficiencia - Era una regata .-

- Velero...- asintió la comisario - digo, si lo rescataron, y él no recordaba... A veces pasa...-

- No lo sé, comisario. Todo esto es muy extraño. Muy extraño. Mi marido desapareció... y ahora... reaparece muerto, asesinado. No sé.-

- Sí, es muy extraño. Bien, señora, señor, ya no los molestamos más. ¿Capitán? -

Se apresuró a saludar y se fueron casi corriendo.

La comi tenía una expresión dura.

- ¿Qué encontró? -

Le comentó lo de la foto, y del resto completamente limpio y perfectamente ordenado.

- Inclusive me escurrí hasta la cocina. Ni siquiera había basura. Todo tan impecable...-

Se estaban sentando en el auto cuando tuvo una idea y manoteó su celular. En menos de diez minutos la descripción del muerto circulaba por los hospitales de la ciudad. Si había pasado por alguno recientemente... El jefe lo aprobó. A punto de arrancar, ella lo detuvo con una manita sobre su brazo.

- Todavía no...-

- ¿En qué está pensando? -

- Esperemos a que llamen de algún hospital. -

- Podrían no llamar...-

Pero esperaron, con el motor en marcha para mantener la calefacción funcionando.

Ella le contó lo que habían hablado con la rubia y el tipo.Después de un silencio largo y pesado, durante el cual ambos masticaron las declaraciones, sonó su celular.

- Hace una semana un tipo con la descripción de nuestro hombre, diabético insulinodependiente, apareció en el hospital. Un poquito extraviado, eso sí, pero entre las incoherencias            que soltó, hablaba de un velero y dio algunos nombres. Alguien del hospital recordó un accidente de unos años atrás y mencionó el nombre de "madame". Parece que le avisaron.-

- ¿Y "madame" se presentó a buscarlo?-

- No. Un hombre apareció unas horas después del llamado... El pobre tipo estaba feliz, lloraba y se abrazaba con los enfermeros. Decía que  sus amigos lo irían a buscar. -

- ¿Dio nombres? -

- Nadie recuerda ninguno en particular.-

- ¿Quién firmó la salida? -

- Nadie. En el revuelo se les olvidó. -

- ¿Qué revuelo? -

- El que se armó cuando se dieron cuenta de que el tipo ya no estaba. La habitación estaba vacía cuando llegó la enfermera del turno de la tarde.-

- Se lo llevaron...  -

- Y no dejaron rastros.-

- Mierda. Sí dejaron un rastro: el cadáver.-

De pronto, la comisario saltó como un resorte.

- ¿A qué hora murió este pobre Cristo? - abrió el bolso insondable y sacó el informe del forense.- Entre las tres y las cuatro. O sea que el coma diabético tiene que haberle empezado antes.-

-Sabe,  jefe, el tipo no estaría tan extraviado si sobrevivió tres años. Sin insulina sería cadáver desde hace rato. Tenía que saber que la necesitaba. Y si lo sabía, tuvieron que engañarlo haciéndole creer que se la suministraban.-

Se miraron.

- Así que no había basura... - miró el reloj - Vamos a ver a nuestro portero. ¡Rápido, antes que saque la basura del edificio! -

Corrieron hasta la entrada de servicio: el portero, no tan regio como cuando les había abierto la puerta, se afanaba con los desperdicios.

Esta vez no hubo contemplaciones: las dos placas hicieron que el ex - duque de Windsor abriera las bolsas. Afortunadamente, sólo había pisos completos en el edificio, así que eran pocas bolsas.

- ¿Cuál es la del cuarto piso? - preguntó imperioso.

- ¿Y yo qué sé? - rezongó el portero.

- Mejor que sepa, porque si no tendrá que abrirlas y vaciarlas a todas, una por una.-

El tipo lo pensó mejor y eligió. Desparramaron el contenido con los pies.

- ¡No toque nada! - aulló cuando el portero trató de meter mano.

La comisario ya tenía puestos los guantes de polietileno cuando metió las manos para recoger lo que buscaban y lo guardó en una bolsita transparente.

Se demoraron el tiempo suficiente para pedir una patrulla y subieron. "Madame" y "querido" estaban a punto de salir.

- Señora, señor, necesitamos hacerles unas preguntas. - la voz de la comisario no era candorosa ni demasiado amable.

Los tipos los dejaron pasar, pero ya no se veían tan glamorosos como la primera vez.

Él y la comisario ocuparon las posiciones acostumbradas: ella sentada, él detrás, de pie, los hombros cuadrados y sin expresión. La comi, enfundada en su habitual vestidito negro, transmitía una ominosidad latente que terminaba por inquietar a los interrogados: una reina severa a punto de castigar a sus súbditos  mientras él, su  ministro de confianza, silencioso detrás del trono se aprontaba a ejecutar la sentencia. Estoy leyendo demasiada novela histórica.

- Señora - comenzó  - acabo de recibir un reporte de uno de los hospitales de la ciudad. Un hombre con la descripción de su marido ingresó hace unos diez días y menos de tres días después alguien, presumiblemente un familiar o alguien muy conocido, lo recogió. Después de eso, no se supo más nada de él hasta esta madrugada. ¿Tiene algo que decirnos al respecto? -

- No, comisario. Ya le dije, dimos por muerto a mi esposo hace tres años. -

- Pero estaba vivo. Y se mantuvo vivo durante esos tres años, para venir a morir aquí, precisamente de la enfermedad de la que se había cuidado toda su vida.  Murió de un coma diabético.-

- Bueno, sí, él era diabético. Si realmente es quien ustedes dicen que es, no es nada fuera de lo común.-

- No, por supuesto. Sï es extraño que, aún habiendo desaparecido, presumiblemente con pérdida de la memoria, haya sobrevivido a su enfermedad tan bien. Un insulinodependiente no sobrevive demasiado tiempo sin sus dosis, máxime cuando la enfermedad es de tan larga data.-

- ¿Y bien? - la rubia la enfrentó abiertamente.

- Creo que es bastante sencillo: su marido logra rescatar un nombre de la gelatina que es su memoria: el suyo. Luego, alguien, presumiblemente conocido por él, lo recoge en el hospital y olvida firmar el alta. Se lo llevan a alguna parte y simulan darle sus dosis de insulina, pero no es insulina lo que se inyecta: es suero glucosado. Mejor que el veneno para un diabético. No se siente bien, pero no entiende porqué. Mientras tanto, los que lo recogieron, averiguan cuidadosamente si alguien más conoce la identidad de este pobre vagabundo extraviado: en el hospital no tienen más datos, es un NN. Y NN deciden que permanezca, cuando, celebrando la fecha y el reencuentro, lo llenan de alcohol y más suero glucosado. Le da finalmente el  coma y lo llevan a un amarradero, donde lo dejan para que termine de morirse, esta vez definitivamente. Convengamos que el frío hizo su parte.-

- ¿Y nosotros qué tenemos que ver con todo esto? - insistió la rubia, con un tono de voz apenas más agudo que el habitual.

- Capitán...-

Ahora me toca a mí. Metió las manazas parsimoniosamente en los bolsillos interminables del sobretodo - alguna vez tendré que hacerles coser el forro - y sacó la bolsita de polietileno.

La rubia y "querido" se quedaron mudos y en ese momento, tocaron el timbre.

La duquesa de Windsor abrió sin decir ni mu y tres uniformados entraron haciendo venias ceremoniosas.

La mujer perdió el control.

- ¡Ese hijo de puta! ¡Tenía que venir a arruinarnos la vida! ¡Estaba muerto, muerto! ¡Estuvo muerto tres años, por qué mierda tenía que aparecer! ¡Dios mío, no es justo! ¡Maldito enfermo, maldito hijo de puta, maldito cornudo hijo de puta madre!-

Llamó a uno de los uniformados y le entregó la bolsita de polietileno con las jeringas descartables usadas y el sachet de suero glucosado, aplastado y sucio de basura y borra de café.

***

 

Esta vez entraron juntos al despacho de ella y se sentaron uno a cada lado del escritorio enorme.

- Váyase a casa. - murmuró la comisario.

- ¿Piensa quedarse sola? -

Antes de responderle, se encogió de hombros.

-Es una noche muy especial. Váyase a casa -

- Soy judío, ¿no se acuerda? -

Ella le echó una ojeada reprobadora y después lanzó uno de sus dardos de ácido.

- Bueno, después de todo, hoy se celebra el cumpleaños de un judío famoso.-

- Tiene razón. Feliz Navidad, jefe.-

- Feliz Navidad, capitán.-

Se quedaron juntos hasta que llegó el relevo a las seis.

 

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  * Escritora argentina

 

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