Rituales
sin esperanza
por Pierre Bourdieu

1.
Los objetos son valiosos, auténticas obras de arte, amontonados
en el balcón, estropeándose con la lluvia y el
viento, pues no hay sitio adecuado donde tenerlos dentro.
Amontonar y la idea de un orden ético fractal. El sexo
ordena y organiza. El azote del tiempo. El amor por las cosas que
sustituyen al sexo. La vigilancia moral de las
ideas.
2. Los objetos que hemos desechado nos aman.
3. Las obras de arte nos desdeñan. Pese al amor que les
profesamos. 4. Los hijos y el sexo envueltos en la ausencia
de los objetos más valiosos.
5. La biblioteca como deserción.
6. Amontonar ideas unas junto a otras rompiéndose. No saberlas
como traducir a palabras. Ni tener quien decirlas.
La fotocopiadora está rota.
7. Vas a hacer una fotografía del maestro admirado y se ha
acabado el carrete de la máquina. “Lo valioso” como
deserción. Los hijos en Dublín y Stanford. La lluvia empapando
los libros de Tiziano. La bacanal imaginada. Las
leyes del pensamiento estúpido. Imaginar que llegamos con
nuestras amigas a una isla donde todos están
borrachos. La sexualidad tal y como Filostrato la dibuja.
8. Lo imaginamos con “aquella mujer”. En concreto.
9. Los sobres que no consiguen cerrarse. La lengua no ha engomado
bien el papel. De repente alguien dice tu
nombre y te suena como un disparo por la espalda. El acto sexual
es un objeto.
10. Las cosas dentro de la casa. El orden. Lo cotidiano. “El
azote de la pasión”. Arreglar un poco la casa para
cuando “ella” venga y dejar encima de la mesa el libro de
Norman Foster que puede “provocarle”.
11. Los objetos nos aman.
12. No permitir que nos compadezcan. Pasear por los campos
solitarios. No llamar a nadie más que por su nombre.
Esperar que suene el teléfono.
13. Los objetos más valiosos los hemos comprado.
14. El cuerpo deseado de la mujer es el absurdo mayor de la
historia. Un motivo de reflexión sobre el absurdo vital
es el acto sexual. Los hijos, el colegio, el partido de fútbol
que hay que ver. El niño se ha hecho un poco de sangre
y te agachas a ponerle mercromina.
15. “No, no es nada”.
16. Las heridas triunfales. “Aquella mujer”, “Aquel hombre”.
La infancia en el colegio soez. Las leyes del olvido.
17. La casa. La mente como una casa. Cambiar de sitio. De
repente un cuadro se cae y se rompe el cristal. Debajo
queda la fotografía de los padres.
18. “Aquel verano en tal y tal sitio”. Recordar como una
sexualidad estéril.
19. Pues la vida es mandarte a ti mismo a los 50 años a Stanford.
El hijo en Dublín. La hija que tarda en llegar. La
avaricia triunfal de la maternidad y la paternidad. Vivir como
orgasmo soez.
20.
Se ha roto el ordenador, se ha roto la fotocopiadora, se ha roto
la máquina de escribir. Rompo tus fotografías.
Saco los libros de Tiziano a la ventana y al balcón y se van
estropeando. Suena el teléfono y es una mujer a la que
tu deseas pero ella siente asco por ti. Recortas el “Herald
Tribune” un artículo sobre las tribus de Eritrea. Por fin
hay algo que te interesa de verdad. La vida. La carta que no
llega. Los objetos que nos abandonan. “No, no es
nada”. Leer. Comprar el último Bordieu, leer en el “Circular”
el Parménides de Platón. Nada tan sagrado y alejado
de la realidad. La familia, el niño ha pasado el PREU, la mujer
ya ha alquilado el pisito en Javea. Los recuerdos.
¿Qué hubiera pasado de mí si me hubiera casado con Laura?. “NO,
no es nada”. “Un poco de aire fresco te sentará
bien”. Leer Wittgenstein. Resistir. Pensar.
Gentileza de
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