Modalidades
en la práctica de la adopción, por Mario Coppolillo.
Octava parte

La
adopción es una práctica que se instrumenta desde épocas muy
remotas. Durante los primeros siglos de nuestra era fue
regulada por por la mediación de instituciones de carácter
religioso, si no directamente, al menos, se hallaban relacionadas
con ellas. En el presente siglo, y desde sus comienzos, la adopción
se practica a través de organismos e instituciones del Estado. En
nuestro tiempo los procesos socioeconómicos, los cambios históricos
y los avances sociales han modificado sustancialmente esta práctica.
Como concecuencia de las dos guerras mundiales el número de niños
abandonados se incrementó de manera considerable, algo que
no ocurrió con el número de familias disponibles dispuestas a
efectuar una adopción. Posteriormente a las guerras, el progreso
económico y social, el incremento del nivel de vida, los cambios
sociales determinaron un aumento del número de familias
dispuestas favorablemente a prohijar, por diferentes motivos,
al extremo que hoy, supera en gran medida el número de niños que
se hallan disponibles para realizar esta práctica.
El
aspecto principal en esta práctica,hoy se caracteriza por el
elevado nivel de exigencia y requisitos que se requiere de los
adoptantes para aspirar a ser candidatos, y así como ellos
reclaman hijos sanos y en perfectas condiciones de salud física y
mental, los niños también "reclaman" padres con las
mismas características y aptitudes. Los candidatos se ven
hoy más exigidos en cuanto a preparación y responsabilidad.
El
impresionante auge de las tecnicas anticonceptivas en las
sociedades desarrolladas, la mayor libertad para practicar el
aborto, han determinado un marcado descenso en el número de
nacimientos, y por consiguiente en el número de niños que
esperan tener una familia adoptiva. Las luchas tan importantes de
algunos grupos de orientación feminista, que intentan la
reivindicación de los derechos de las mujeres han colaborado al
incremento del número de madres solteras y actualmente estas
prefieren tener junto a ellas a sus hijos, de modo que el abandono
es menor que en otros tiempos. Estos fenómenos, junto con otros
que sería extenso para incluir aquí, han dado como concecuencia
un menor número de chicos disponibles para la adopción.
En
cuanto a la adopción de niños discapacitados, con dificultades físicas
o mentales, es evidente que pueden tener mejores posibilidades
dentro de sus familias naturales, que en una adoptiva o en
instituciones. Las familias naturales asumen mejor las
responsabilidades que comporta este tipo de casos.Por regla
general, los chicos disminuídos físicos o mentales
institucionalizados, suelen experimentar traslados continuos de
una institución a otra, el personal de los organismos de custodia
no aplican el trato adecuado y no prestan debida a tención a sus
demandas y experimentan un sentimiento de exclusión y
marginalidad que termina agravando su problemática. Son escasas
las parejas adoptantes que realizan este tipo de elección, aunque
a veces puede presentarse esta demanda por diferentes razones y
resultan bastante complejas.
Es
muy importante que los adoptantes tengan muy claro cuales son los
riesgos que deberán afrontar y como se deben manejar frente a
ellos. No siempre se presentan grandes dificultades, la adopción
de un niño disminuído merece una consideración especial y una
preparación más ajustada al caso, existen fenómenos especiales,
diferentes a los demás y debe de haber una responsabilidad
compartida entre adoptantes y el equipo médico-psicológico que
se encarga del caso y lleva a cabo el control y análisis del
mismo.
La
situación descrita difiere radicalmente de aquellas en la que los
adoptantes reciben un niño complacidos por tratarse de un
hijo adoptivo sano, "normal" en todos sus aspectos
cuando en realidad no lo es y al cabo de cierto tiempo comienzan a
surgir fenómenos que contradicen lo que se creía, surgen
"anormalidades". Cuando se presenta esta situación
aparece la angustia en los padres, incluso en el hijo al percibir
el malestar de sus padres. Considerada en su pureza teórica, la
exigencia de los adoptantes por tener un hijo "sano y
normal" es válida y razonable, pensamos que los adoptantes
se enfrentan a los mismos riesgos que los padres biológicos. Pero
esta reflexión merece una consideración más amplia y profunda.
También hay que evaluar cuidadosamente que grado de anormalidad
surge, hay trastornos que suelen ser propios de la situación
adoptiva, las secuelas del abandono que luego de la adopción es
toda una tarea tendiente a reparar, y esto hace al comportamiento
de los adoptantes, es una ardua labor de los padres adoptivos.Se
suelen presentar situaciones neuróticas de inadaptación que
manifiestan conflictos en la misma relación con los padres y que
también trasladan el fantasma del abandono de origen y se
despliega en el nuevo vínculo, lo que puede ser tratado
satisfactoriamente si se aborda con una terapéutica apropiada, la
psicoterapia, el psicoanálisis, etc.
Distintos
son los casos en que aparecen perturbaciones graves, que incluso
pueden ser detectadas antes de efectuar el proceso de adopción
por medio de un pormenorizado estudio médico-psicológico. En
estos casos los adoptantes suelen pasar por un proceso muy traumático
y vuelven a revivir el viejo problema de la infertilidad, es
infinitamente más intenso el sentimiento de frustración y la
concecuencia es un violento rechazo por el hijo que no satisface
lo que tanto se esperaba. Es evidente que durante los primeros
meses de vida no es posible determinar con absoluta precisión si
un individuo es perfectamente "normal" y esta es una de
las mayores dificultades con la que se enfrenta el adoptante que
desea un bebé de pocos meses, es esta una de las razones por la
que es preciso un profundo examen, control y seguimiento de los niños
en adopción.
El
emplazamiento de los niños en las instituciones de crianza,
previa a la adopción, aunque tan solo sea por pocos meses reviste
una extraordinaria importancia porque resulta decisiva para su
posterior desarrollo. Ya mencionamos las concecuencias que acarrea
la deprivación afectiva durante los primeros meses de vida en el
vínculo con la figura protectora y la nefasta influencia de un
cuidado insuficiente. Alguna privaciones producidas después del año,
si son leves,pueden ser superadas por el niño, si llegan a ser
compensadas por la acción de los cuidados y el afecto, en estos
casos ,el trastorno se puede revertir, un niño que presenta un
buen desarrollo general puede reaccionar de un modo favorable a un
buen entorno familiar, cálido, estimulante, que contiene y
resuelve todas sus necesidades y demandas.
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