Un espacio para la poesía
La última grela,
de Horacio Ferrer *
(tango)

Horacio Ferrer y Astor Piazzolla
(1969)
Fueron,
hace mucho, las románticas proletarias del amor. La noche les
puso nombre con seducción de insulto: paicas, locas, milongas,
percantas o grelas.
Era
frecuente verlas al alba desayunando un chocolate con churros en
la confitería "Vesubio" de la calle Corrientes:
terminaban a esa hora de trabajar en el "Chantecler", en
el Marabú" o en el "Tibidabo".
Con
un arranque loco de Madame Bovary de Barracas al Sur, se jugaron
la vida a los tangos. Alguna se enamoró de aquel bandoneonista y,
por amor, ganó; para otras, la derrota fue mucha: terminaron
atendiendo el guardarropas de damas en esos mismos cabarets. Acaso
se marcharon todas juntas, un día, como si fueran una pequeña y
extinguida raza con ojeras.
Este
tango relata a la última de las grelas. Descubre su definitivo
paso fantasmal por el asfalto recién amanecido de una Buenos
Aires espectral, y lo cuenta así:
Del
fondo de las cosas y envuelta en una estola
de frío, con el gesto de quien se ha muerto
mucho,
vendrá la última grela, fatal, canyengue y sola,
taqueando entre la pampa tiniebla de los puchos.
Con
vino y pan del tango dulcísimo que Arolas
callara junto al barro cansado de su frente,
le harán su misa rea los fueye y las violas
zapando a la sordina, ¡tan misteriosamente!
Despedirán
su hastío, su tos, su melodrama,
las pálidas rubionas de un cuento de Tuñón;
y atrás de los portales sin sueño, las madamas
de trágicas melenas le harán su extremaunción.
Y
un sordo carraspeo de esplín y de macanas,
tangueándole en el alma, le quemará la voz.
Y, muda y de rodillas, se venderá sin ganas,
sin vida y por dos pesos a la bondad de Dios.
Traerá
el olvido puesto; y allá en los
trascartones
del alba, el mal de luto, con cuatro besos pardos
le hará una cruz de risas; y un coro de ladrones,
muy viejos, sus extrañas novenas en lunfardo.
Qué
sola irá la grela: tan última y tan rara.
Sus grandes ojos tristes, trampeados por la
suerte,
serán sobre el tapete raído de su cara,
los dos fúnebres ases cargados de la muerte.
(Música:
Astor Piazzolla - Versos: Horacio Ferrer - 1969)
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Horacio Ferrer preside la Academia Argentina del Tango
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