
A
las puertas del 1º de noviembre, día de los muertos, la
cartelera teatral madrileña se enriquece con la reposición
puntual del Tenorio de Zorrilla, asimilado ya a esta
conmemoración cristiana. Transdisciplina quiere recordar la
reflexión sobre la muerte de otro gran escritor español: Pedro
Salinas (1892-1952). Conocido sobre todo por su labor poética,
han quedado postergados injustamente sus Ensayos de
literatura hispánica, publicados por última vez por la
legendaria editorial Aguilar en 1961. Los estudios van desde el
Mío Cid hasta García Lorca, todos con el mismo nivel de
calidad tanto en la reflexión en sí como en las anotaciones
puntuales. Uno de éstos lleva el título de “Una metáfora en
tres tiempos” y su lectura ilumina la concepción de la muerte
a través de tres obras representativas del pensamiento poético
español.
El
primer tiempo de esa metáfora son las Coplas a la muerte de
mi padre, de Jorge Manrique, según Salinas, primera gran
poesía magistral dentro de la lírica española. La gran metáfora
“nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es
el morir” está relacionado con lo bíblico, pero aquí se
presenta de manera esplendente por primera vez. Se trata de una
aceptación objetiva de la vida, carente de sentimientos. Hay un
enunciado de serenidad, que es la característica del hombre
medieval frente al fin.
El
segundo está contenido en la Epístola moral a Fabio,
cuya autoría sea seguramente de Fernández de Andrada. En el
pasaje que nos interesa, dice así:
¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
do
apenas sale el sol cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?
[...] Como
los ríos que en veloz corrida
se llevan a la mar, tal soy llevado
al último suspiro de mi vida.
“Tal soy
llevado...” indica uno de los grandes productos del
Renacimiento: la aparición del yo. La Edad Media es más
colectiva. El Renacimiento exalta al individuo, exaltación que
llega a su punto más delirante con Rousseau (s. XVIII) y con
los románticos. Esta forma pasiva (el español se inclina poco
a la misma) indica que el hombre es “llevado a la muerte”,
“no va” a ella. “En veloz corrida” hace referencia a
otra portentosa vivencia del mundo: el sentimiento trágico del
pasar de las horas. “El último suspiro”, “la veloz
corrida”, no significan conformidad. Estamos en la duda, la
frontera entre dos mundos: el medieval y el barroco. Ésta es la
significación que tiene la forma de la metáfora en la Epístola.
El
último tiempo de esa metáfora de la muerte queda en manos de
Quevedo:
Donde envío...
Mi vida escura, pobre y turbio río
Que negro mar con altas ondas bebe.
La metáfora siempre es la misma: vida=río; muerte=mar.
Manrique no dice nada; la Epístola, “soy llevado”;
Quevedo, “donde envío mi vida”. Según Salinas, la
multiplicación de adjetivos en la obra de Quevedo indica que el
hombre, ya con sentimiento de tortura, está pronunciando
juicios de valor.