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             La adopción

                           por Mario Coppolillo*

                                       Primera parte

 

                                                                                    

Consideraciones generales  

En el transcurso de la historia, la adopción ha experimentado profundos cambios en sus finalidades. Hubo casos en los que representaba un recurso para evadir la excesiva onerosidad de los impuestos de herencia, también se sirvieron de ella otros que deseaban evitar la desaparición de un apellido. En el Derecho Romano se buscó perpetuar a las grandes familias, el caso de Fabios, Césares y Escipiones. Hay historias de familias romanas que son verdaderas historias de adopciones. Otro motivo de adopción hizo posible desheredar a los ascendientes buscando como recurso la aparición de un hijo adoptivo.

 

Actualmente las estadísticas revelan un marcado incremento del número de parejas privadas de descendencia que buscan este recurso respondiendo al natural deseo de tener un hijo y que permite restituirle al niño deshijado el marco constitutivo de las relaciones familiares que ha perdido a causa del abandono.

Para que haya padres adoptantes es necesario que haya padres abandonantes, el abandono es el fundamento de la adopción, el adoptante necesita de un otro para realizar su deseo de tener un hijo, el deseo imposible de un hijo propio se sustituye por el deseo de tener uno ajeno. Lo que no pudimos tener, lo tenemos (adoptantes), lo que se pudo tener, no se tuvo (abandonantes).La pareja infértil se enfrenta con la opción de renunciar a la descendencia o decidirse por la institución adoptiva. La gran mayoría de parejas  que eligen adoptar lo hacen movidos por una imposibilidad biológica, su infertilidad y es aquí donde hay que prestar una cuidadosa atención, es  muy importante considerar las consecuencias emocionales que se han instalado en la vida de la pareja. Es éste el motivo por el que hoy se sugiere una cuidadosa preparación previa al emplazamiento del hijo adoptivo.

 

Las mujeres infértiles, en general, han vivido una larga y penosa historia ginecológica, resistiendo ante los reiterados fracasos terapéuticos hasta llegar a ser diagnosticadas como infértiles, lo mismo ocurre cuando el causante de la imposibilidad de procrear es el varón. La angustia y la frustración asumen formas veladas y muy sutiles con relación al "hijo-soñado-deseado-que-no-vino ". La relación con el hijo propio no nacido puede permanecer tanto en uno como en el otro miembro de la pareja, el hijo no nacido es el "hijo-del-deseo-que-no-vino", en consecuencia, el hijo ajeno recibe las proyecciones del propio por haber sido instalado en su lugar.

 

La esterilidad coloca a la pareja en una situación muy particular, especialmente cuando pensamos en la especial valoración existente en nuestra cultura con relación a la maternidad y la paternidad. La esterilidad sigue representando en nuestra sociedad una "rareza", a veces, se la considera un estigma, una falta, y hasta una cierta "anormalidad” que denuncia la imposibilidad de gratificación, justamente, en el espacio destinado a procrear. El sentimiento de renuncia generado por esta imposibilidad se constituye como una vivencia dolorosa que asume diferentes matices y adoptar representa una "salida" de esta situación, pero al mismo tiempo el ingreso a una problemática compleja que impregna la totalidad de la vida de los adoptantes. A veces se ve en la adopción una forma de reasegurar la continuidad del vínculo matrimonial, también una manera de restaurar el daño ocasionado al narcisismo por la imposibilidad de engendrar un hijo, en consecuencia, cuando se ha tomado la decisión de adoptar es necesario plantearse un profundo y cuidadoso esclarecimiento de sus causas. Una vez producida la llegada del hijo adoptivo los adoptantes comienzan a plantearse innumerables interrogantes que suelen generar situaciones de extrema ansiedad y temor. No es extraño el reclamo de ciertas seguridades con respecto al adoptado. Esto nos conduce a una reflexión más profunda. Nos deberíamos preguntar ¿para quién la seguridad?,¿para los adoptantes, si reciben un niño sano, sin riesgos de un desarrollo conflictivo?, ¿con determinadas características físicas y un potencial de inteligencia que asegure una feliz adaptación al medio que ellos ofrecen? Todos estos y muchos otros son los motivos que inducen a una cuidadosa y responsable preparación, sólo si se reúnen las condiciones emocionales es posible recomendar esta alternativa y se podrá asegurar al adoptivo un marco familiar estable que ofrezca un desarrollo adecuado y saludable, al mismo tiempo que representa un beneficio a la comunidad seriamente afectada por el abandono de niños. Partimos del supuesto de que los organismos destinados a controlar la adopción son responsables en las situaciones que están en juego, ya se trate del adoptado como de los adoptantes, El objetivo es evitar nuevas y penosas frustraciones. La institución adoptiva es el medio más idóneo para restituir al abandonado aquello que no tuvo, mientras que a la pareja infértil le otorga la posibilidad de lo imposible, prohijar a un hijo ajeno. Es evidente que la figura de la adopción beneficia tanto a unos como a otros y a la sociedad en conjunto porque resuelve en gran parte la trágica experiencia del abandono infantil.

Las alternativas que ofrece nuestra sociedad en cuanto al abordaje del abandono son penosas e insuficientes. Los riesgos a que se expone al niño abandonado por sus padres son innumerables y en un alto porcentaje irreversibles. Nuestra sociedad se muestra impotente y no sabe organizar los recursos para aplicar una verdadera y adecuada asistencia. Tampoco se cuenta con una filosofía que permita un marco referencial y operativo. Una gran cantidad de chicos abandonados se convierte en "protegidos del Estado” lo que rara vez pone a salvo al niño de los riesgos que implica el abandono, permanecen largos años institucionalizados en casas maternales, orfanatos u hospitales. También existen otras categorías de chicos abandonados, hijos de padres encarcelados, o de padres divorciados, huérfanos que son criados por otros que no son sus padres y otros cuyas familias se han desintegrado. La adopción y la tutela son opciones con las que contamos para responder en parte a esta problemática. La tutela moral reviste un aspecto de participación social en la que se ofrece asistencia y educación, además de un marco institucional que no suele ser siempre suficiente como para contener la angustia producida por la renuncia de los padres a criar y amar a sus hijos. Son conocidos los resultados de investigaciones en el tema del abandono y la institucionalización del abandonado, los efectos más visibles son los referentes al retraso del lenguaje, las dificultades para establecer vínculos afectivos, el déficit emocional e intelectual, etc.

 

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              La adopción

                           por Mario Coppolillo*

                                                                         Segunda parte

 

 

En efecto, es la institución adoptiva la medida más adecuada para ofrecer a un chico sin familia la posibilidad de recrear los vínculos familiares perdidos y restablecer al mismo tiempo las condiciones fundamentales de un desarrollo pleno de sus potencialidades.

Desde la perspectiva jurídica es preciso  admitir que no todos los niños abandonados pueden ser acogidos dentro de la normativa que regula la adopción, se consideran ciertos requisitos que, tienen como finalidad preservar, no sólo los derechos del niño y los de los adoptantes sino también los de los padres de orígen con respecto del niño. En concecuencia no pueden ser adoptados todos los niños que se encuentren en situación de abandono. Los nuevos ordenamientos jurídicos que regulan la institución adoptiva abrieron nuevas posibilidades en los últimos años, tanto a los abandonados como a los adoptantes. Se atenuaron ciertas exigencias y se incrementó la posibilidad de acceder a la adopción. Se robusteció el vínculo adoptivo al mismo tiempo que se logró la equiparación del adoptado con el hijo legítimo y en muchos países el plazo de espera se ha reducido considerablemente.

Sin embargo, la problemática del abandono no ha llegado a ser objeto de un abordaje 
consciente y amplio, además de no contar con presupuestos estatales para llevar a la 
práctica los conocimientos alcanzados en el tema. La existencia de niños abandonados 
debería ser una responsabilidad colectiva, de lo contrario nos encontraremos con lo que nos ocurre hoy, un amplio sector social que vemos absolutamente desatendido y con un futuro incierto sin soluciones posibles.La experiencia nos ha mostrado que en un contexto social apropiado, las madres solteras, pueden conservar a sus hijos, darles la educación necesaria y criarlos junto a ellas. Una asistencia educativa, orientadora y planificada, que tienda a desculpabilizar a estas madres, y más aún, si esta tarea se lleva a cabo dentro de una relación de neutralidad y respeto podría aportar a estas mujeres la ayuda apropiada para emprender la búsqueda de los más conveniente, para ellas y para sus hijos. Entonces deberíamos plantear justamente lo contrario, no el abandono sino la aceptación, pero dada la situación de nuestra realidad, la perspectiva de la aceptación movilizaría todo el andamiaje de nuestros valores sociales. En nuestro país, por ejemplo,esta practica basada en una nueva filosofía sería algo imposible de aplicar. En algunas comunidades  escandinavas las madres solteras cuentan con un sistema de asistencia dotado con personal especializado, cuya tarea consiste en brindar información y asesoramiento a todas las madres que lo requieran y el objetivo 
de estos servicios es que estas madres consultantes lleven a buen término la solución a´estos problemas. En caso de necesidad, incluso la madre puede requerir el ingreso a un centro o institución con el fin de recibir protección y solución a este tipo de dificultades, ya que de lo que se trata es de evitar el abandono del niño, los problemas hay que resolverlos en sus causas y no en sus efectos, es mucho más aficaz evitar el abandono que buscar soluciones a la infancia abandonada que tiene mayores costos en materia de sufrimiento y más riesgos en cuanto a la búsqueda de un contexto para el abandonado.

 

Problemática de los adoptantes

 

La adopción, en cuanto empresa educativa, proveedora de afecto y protección representa la mejor solución para la problemática de la infancia abandonada,aunque en algunos casos la peor, si tenemos en cuenta que este recurso que nos ofrece la cultura, es un hecho determinado por una voluntaria elección de la pareja biológicamente infértil ( o no ), pero al mismo tiempo la adopción constituye un hecho que es producto de una historia triste, angustiosa y lamentable, tanto para el 
niño como para sus padres biológicos.                                                                                                                                     

En tiempos pasados, el emplazamiento de un niño en la familia adoptiva no implicaba un análisis pormenorizado y profundo de las condiciones de aquella familia. Era sólo suficiente con verificar la situación económica de los adoptantes y la posición social que ocupaban.

Sin embargo hoy, y como resultado de nuestro progreso social y teniendo en cuenta los derechos del niño, se pretende ir más lejos de los límites impuestos en otros tiempos, los candidatos que aspiran a la adopción se hallan más axigidos  en cuanto a requisitos que deben reunir para materializar su aspiración. No sólo se explora el nivel económico de los adoptantes, también se consideran las motivaciones que los impulsan a prohijar, sus capacidades afectivas, el vínculo entre ellos, sus cualidades educativas,etc.

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